El pacto fulgurantemente alcanzado por Unidas Podemos y el PSOE da esperanzas a todos los amores contrariados. Se ha señalado que la repetición electoral era un experimento que permitía a Pedro Sánchez decidir cuál era la mejor pareja de baile: UP o Cs. La prueba, si es que ha terminado, casi quema el laboratorio: entre las cortinas chamuscadas vemos la ultraderecha con el doble de representación, la izquierda con menos votos, el centro aniquilado y el independentismo con poder de decisión. Algunos creen que este pacto es la combinación menos mala, pero no se entiende por qué no se pudo llegar a él antes o por qué no deben desaparecer las inquietudes que Sánchez manifestó hace algunas semanas con respecto a un acuerdo.

Más que una comedia romántica, es una buddy movie; se basa en la emulación y el contraste. Por un lado, el guapo del instituto que juega en el equipo de baloncesto: no es muy bueno pero es el capitán porque es mono. Por otro, el rebelde que lee a Nieztsche, va con chándal muchos días pero nunca cuando hay clase de Educación física y discute con la profesora de Historia sobre la Revolución francesa. Vienen de películas distintas: uno de Grease; el otro, de Clerks.

También tienen tradiciones distintas. El PSOE viene de la socialdemocracia. Es un partido del sistema, una de las fuerzas centrales de la democracia española, impulsora de algunas de las transformaciones esenciales del país: una izquierda responsable y reformista. UP es heredera de la «verdadera izquierda». Nace en un contexto de crisis, como impugnación del régimen del 78. Entre sus inspiraciones están el populismo latinoamericano, Gramsci, las protestas contra la globalización y la nostalgia por la revolución; también ha moderado su discurso y adaptado sus aspiraciones.

Es una relación difícil. Discursivamente, la socialdemocracia tenía una desventaja propagandística: reconocer los límites de lo posible era una concesión a los poderosos. Pero también era útil: operaba, daba cosas. Si no parece difícil que Podemos y el PSOE pacten medidas sociales, la relación con las instituciones parece más complicada. Pero a menudo el comportamiento de Pedro Sánchez al respecto ha sido más que discutible: pensemos en el trasiego de cesantes cuando llegó al poder tras la moción, lo que ha pasado con el CIS o las declaraciones de carácter electoral desde la Moncloa. Quizá al final ocurra como en la mejor buddy movie, que era una novela, y al final Sánchez e Iglesias, como don Quijote y Sancho Panza, se intercambien los papeles. H @gascondaniel