La relación gubernamental del sanchismo in pectore con Unidas Podemos se antoja difícil por la ausencia de lealtad previa o por la dispar sensibilidad en cuestiones primordiales. Su conexión política debe fluir en una travesía desconocida por la novedad de un acuerdo de coalición de la izquierda desde la II República.

Y donde los condicionantes de su agenda están trufados de irracionalidad por los sobresaltos del dilema separatista o de parálisis por el intento próximo de judicializar sus decisiones desde la oposición del no perenne.

Sin olvidar el pasado de estas dos formaciones. Sus tradiciones ideológicas han estado enfrentadas históricamente, su electorado responde a las mismas necesidades vitales y el excesivo hiperliderazgo de Sánchez e Iglesias complican su sintonía.

Y lo que más preocupa en el partido morado: que no se perciba aún más su papel testimonial. El fracaso continuado de los últimos meses le ha mutado de un aspirante para alcanzar el cielo por asalto a una mera comparsa del socialismo.

Dicho lo cual, no hay nada que una más que preservar el poder. Cuando se gobierna conjuntamente, y se reciben dardos desde todo aquello que está fuera del redil, las facciones que discrepan en su interior cierran filas.

Todo ello deberá trabajarse cada día con la pretensión única del buen servicio a un país que no está en su mejor estado de salud. Es por eso que la primera tensión surgida en la elección de los futuros ministros debilita el inicio de su travesía.

El movimiento del casi vicepresidente Iglesias en actuar como el filtrador oficial del Reino con los nombramientos de los futuros ministros ha sido contestado por Sánchez con un disparo que diluye el papel que se le presuponía a Iglesias en La Moncloa.

Una reacción en amoníaco líquido bien calculada de Sánchez para detener la ebullición en las filas socialistas, y así evitar que el inicio de su mandato se evapore por las prisas de Podemos.

La vicepresidencia de Iglesias pierde fuelle al ser compartida con tres socialistas que cuentan con más peso político e institucional, pero su papel no será testimonial en el gobierno de Sánchez.

El PSOE sabe que le conviene contar con Iglesias como revulsivo para arengar a las masas más izquierdistas en un panorama que debe regirse por la prudencia ideológica. Lo que hará que Sánchez resurja inesperadamente como el líder moderado de un gobierno con mayoría cabal.