La plácida campaña que lleva Pedro Sánchez se ve truncada por dos debates sucesivos en televisión con el resto de candidatos que pueden catapultarle hacia una victoria más clara o complicarle tremendamente las cosas. Lo que se pensó para poner a las tres derechas contra las cuerdas en un debate con la presencia de Vox ahora se torna en una doble vuelta en la que el aspirante socialista se puede ver acosado a diestra y siniestra por el vociferío de Pablo Casado y Albert Rivera, que lo consideran poco menos que el diablo, y por un Pablo Iglesias que puede pretender poner precio a un posible pacto antes de tiempo.

Ese era el escenario que los asesores del actual presidente no querían de ninguna de las maneras porque claramente crea una situación de riesgo a quien va claramente por delante en las encuestas y a quien el tiempo solo ha hecho que irle a favor. Los dos debates, el primero en TVE y el segundo en Atresmedia, no los deseaba nadie en los cuarteles socialistas, incluso los que consideraban un error aceptar uno con la presencia de la extrema derecha como era la intención inicial. Pero, posiblemente, los asesores de Pedro Sánchez ya no recuerdan quién es Pedro Sánchez, un personaje que se crece en las situaciones adversas, lo demostró enfrentándose a Susana Díaz y a la vieja guardia del PSOE, cogiendo la mochila y lanzándose a conquistar a las agrupaciones socialistas o planteando una moción contra Mariano Rajoy tras la sentencia del caso Gürtel sin pactar con quienes tenían que ser sus socios. Veremos, pues, si poner a Sánchez en la boca del lobo no acaba yendo contra sus adversarios.

El papel que ha tenido la Junta Electoral Central (JEC) en esta campaña no es el deseable porque la falta de capacidad de acuerdo entre los partidos ha convertido al árbitro en un actor destacado. Y la JEC ha primado la escrupolosa representatividad por encima del interés de la población que ni hoy ni mañana podrá contrastar todas las opciones, no solo las que pueden ser mayoritarias sino también las decisivas. Por ello estaría bien que los partidos que estén en los debates demuestren la madurez que no han tenido hasta ahora. Los electores no necesitan cuatro horas de insultos y descalificaciones, sino escuchar propuestas y contrastarlas, serenamente, con la voluntad de retomar ciertos consensos básicos que son más necesarios que nunca.