Este es el verano del 11-M, por razón de la continuación de la controversia sobre el momento exacto en el que la policía supo que los islamistas fanáticos eran los autores de la matanza de los trenes de cercanías de las estaciones de tica, El Pozo y Santa Eugenia. Siguen los populares y sus aliados empeñados en sostener que dieron toda la información de la que se disponía "en tiempo real", sin retraso alguno que pudiera favorecer el voto a los adversarios políticos.

Y siguen los socialistas y sus propios aliados empeñados en sostener que el gobierno jugó con la ventaja de disponer de los datos de la investigación para administrar en beneficio propio el momento de la gran revelación: la autoría de la matanza correspondía a los franquiciados de Al Qaeda. ¿Eso se sabe el mismo jueves, viernes o sábado?. Es evidente que el mismo jueves de la matanza hay un indicio de primera importancia: La camioneta con detonadores y versos coránicos.

Y que el sábado se actúa sobre los dos indios que han vendido los teléfonos que se conectan a las mochilas con la dinamita, que no Titadyne, robada por los servicios prestados por el confidente de la policía, el ex minero Suárez Trashorras.

La delgada línea roja del momento en que se conocieron datos suficientes y el uso que el gobierno dio de esos datos son la cuestión crucial de esta historia, a la que se han añadido algunas inconveniencias indeseables: el papel exacto de los confidentes y de sus capos , la falta de actas de las sesiones del gobierno de crisis, la impertinente comparecencia de Fungairiño o la discutible pretensión de Mayor Oreja de que un atentado pueda interrumpir un proceso electoral por entender que Al Qaeda actuó con extraordinario tino en las fechas elegidas para la matanza para descabalgar al PP del gobierno.

En el fondo, estamos donde siempre estuvimos: el PP sigue considerando que fue desplazado del poder por obra de un atentado terrorista y no por méritos propios: ineficacia en la lucha antiterrorista, errores y meteduras de pata como el Yakolev o la implicación en la guerra de Irak, tono prepotente de su principal dirigente, las monedas de Trillo a los periodistas, la división de opiniones por la LOCE y el PHN.

*Periodista