La Universidad de Michigan ha venido a descubrir, después de arduas y carísimas investigaciones, que a las mujeres les gustan más las películas de amor y a los hombres las de tiros, y recomienda a éstos que harían bien en meterse entre pecho y espalda los melodramas con los que tanto disfrutan sus compañeras. De la calidad de las películas, de los valores que promueven o de la función del propio cine americano como arma de destrucción masiva de neuronas cerebrales y de la colonización cultural (de aculturación, más bien), nada dice la Universidad esa, siendo esos aspectos los esenciales a la hora de calibrar los efectos del cine que ven, porque les gustan, los hombres y las mujeres. Porque hay un cine, el cine bueno, el que emociona, deleita, intriga y sorprende, que gusta a las criaturas de ambos sexos, y que, además, las instala en la superior condición de personas. Para la igualdad, para que podamos entendernos y relacionarlos desde esa condición común y compartida, unos y otras deben poder gozar, desde pequeños, de las mismas películas, las cuales, sabedoras del público general y variopinto al que se dirigen, contendrían más elementos diversos de los que ahora contiene.

*Escritor y periodista