Razones para rechazar la pena capital las hay a montones. La vida es un derecho fundamental básico y, por grave que haya sido el delito de un condenado, nadie puede arrogarse el derecho a eliminarla. Se ha demostrado hasta la saciedad que no es ejemplar. Más que justicia, que es lo que alegan sus defensores, es una venganza e impide la rehabilitación del delincuente. La frecuente demostración de errores judiciales es otro motivo. Pero EEUU sigue siendo el único país en América donde se sigue ejecutando y en las estadísticas aparece junto a Irán, Irak o Arabia Saudí, lo que ya debería ser razón más que suficiente para querer salir de esta lista. El fallo en la administración de la inyección letal a un preso que hizo que agonizara durante 43 minutos ocurrido esta semana ha abierto un debate sobre este tipo de ejecuciones con numerosos fallos. El método es más inicuo cuando se utilizan drogas experimentales facilitadas por proveedores secretos y administradas por personal no preparado. Se anuncia una revisión del método cuando lo realmente valioso sería abolir la pena capital.