Pensamos más rápido de lo que hablamos. Sin embargo siempre llegan antes las palabras. Es una paradoja cuántica del comportamiento humano. La explicación pertenece más a la psicología que a la física. Aunque la ciencia nos ayuda a comprender la lógica de este absurdo que todos practicamos habitualmente. Gracias a una técnica llamada electrocorticografía, analizamos cómo responden a diversas preguntas personas que tenían implantados electrodos directamente en su córtex. Observamos que, ante las cuestiones planteadas, la actividad de esa zona prefrontal del cerebro emite estímulos a diferentes áreas del mismo, incluso antes de tener una respuesta, como si se preparara para contestar buscando información relevante, antes de valorar por completo el conjunto de la propia respuesta. Esto explicaría por qué las personas decimos cosas antes de pensar. En psicología sabemos que cuesta más pensar que hablar. La elaboración cognitiva implica un esfuerzo de construcción. El habla, que no es lo mismo que el lenguaje, se suele expresar a menudo de forma primitiva. Lo hacemos cuando transformamos la elaboración verbal en una conducta de respuesta inmediata, más parecida a un reflejo instintivo que a un comportamiento complejo. El problema del lenguaje se ciñe a la escenografía más que a la expresión. Solo sufrimos cuando tenemos que hablar delante de los demás. Pero el temor desaparece cuando hablamos contra los demás. La agresividad verbal es el parapeto de un pensamiento pobre. La ironía requiere un esfuerzo y una habilidad intelectual que exige tanto esfuerzo a su promotor como solivianta a sus receptores. También hay factores culturales de la idiosincrasia verbal. Así lo señalaba Manuel Azaña: «si los españoles habláramos solo y exclusivamente de lo que sabemos, se produciría un gran silencio que nos permitiría pensar».

Antes, la furia española nos permitía ganar al fútbol con la solera de nuestro linaje. Pero los fracasos balompédicos eran nuestra unidad de destino en lo universal. Hasta que llegó el tiquitaca que nos llevó a conquistar el Mundial de Sudáfrica en el 2010. En el lenguaje pasa lo mismo. El ímpetu, el improperio y la vehemencia nos acompañan en el habla. El volumen de decibelios del debate es inversamente proporcional a su logro. Pero es el discurso que acompaña a la razón, con la riqueza del lenguaje, el que consigue los mayores réditos. Una discusión es una pugna de hablas. Un debate es una conversación con comunicación. Funciona igual en el fútbol, en la vida y en la política. La reciente vida parlamentaria ha sido una gran pelea de agallas. Las derechas no solo es que hablaran antes de pensar, sino que insultaban antes de hablar. Aunque ya conocen el dicho, facha ladrador, poco pensador. Pero una buena retirada es mejor que un mal ataque, de nervios. Será el verano o serán las elecciones gallegas (más que las vascas), pero el caso es que al casadismo se le estaba agotando el napalm. Ante la falta de algo que echar por la boca, mejor una tregua. Tras la ausencia de amistades naranjas y la incomprensión de los cenutrios verdes, quedaba muy evidente la soledad del insultador del fondo. Eso sí, los ultras siguen a lo suyo, involucionando adecuadamente, del abascalismo al habascalismo. Toda una tribu. La sociedad agradece que el debate político haya dado una oportunidad a la paz y al lenguaje. Al diálogo y al acuerdo. La nueva normalidad se aprueba en el Congreso con el voto a favor del PP. La ministra Yolanda Díaz ha conseguido poner de acuerdo a empresarios y sindicatos en la prórroga de los ERTE hasta finales de septiembre. La titular de Trabajo se está revelando como la Hermione Granger del Ejecutivo. Incluso al ministro Escrivá le sonríe Amor, con idilio de autónomo reanimado. Y por si fuera poco tenemos a Calviño de candidata a presidir el Eurogrupo. Seguro que tendrá el apoyo de morados y azules, por diferentes motivos. En todo caso, una mujer muy preparada para Europa, que vamos a necesitar en España. Suerte. Como ven, es tiempo de consensos. Será que los pactos, como las bicicletas, son para el verano.

Ayer se rindió homenaje a los fallecidos por la pandemia. Se plantó vida en nuestros municipios, en forma de carrascas, para honrar su memoria y recordarnos que la prudencia es vital frente a los rebrotes. La amenaza no era baladí. En Aragón se ha publicado el decreto-ley de medidas urgentes y extraordinarias para impulsar la Estrategia Aragonesa para la Recuperación Social y Económica. Como diría el poeta a Lambán: «me gustas cuando legislas porque estás como presente». Los consensos deben entrar en la vida de los ciudadanos. Ahora toca ejecutar. Sobre todo esto y mucho más le podemos preguntar a nuestro presidente en el encuentro digital, moderado por Nicolás Espada, que organiza este periódico el próximo martes. Hoy nos sentimos orgullosos de nuestros gobiernos y sus políticas, en Madrid y Aragón. De que piensen más que hablen. Y de que hablen más con la caricia del lenguaje que con la contundencia del poder. Cuando el silencio dice tanto, se expresa con la s de Simón o de Salvador Illa. Orgulloso de ellos, para que ellos estén orgullosos de nuestra responsabilidad en la salud común. Y por supuesto, orgullo para defender y reivindicar el Día Internacional del Orgullo LGBTQ.

*Psicólogo y escritor