Nadie puede negar la existencia de una juventud de ejemplar comportamiento, que se prepara con gran ilusión para enfrentarse a un mañana no demasiado halagüeño, legado por unos adultos incapaces de proporcionarles el mundo ideal que todos soñábamos. Pero, al otro lado de la moneda, perduran viejos problemas con nueva catadura.

Así, la adicción a ciertas drogas aparece a edades cada vez más tempranas, destacando la capitulación de adolescentes e incluso niños frente al alcohol, muy a pesar de la prohibición oficial de venta de bebidas alcohólicas a menores, junto a otras medidas recientes para erradicar el popular fenómeno del botellón. Mientras que otras drogas, típicas como los derivados del cannabis o la cocaína siguen muy implantadas, ejerciendo sus nocivos efectos sobre un cerebro en desarrollo y una personalidad en construcción, es lamentable constatar una amplia tolerancia social hacia una droga realmente dura, el alcohol, lo que favorece la inmersión de chiquillos en el tenebroso dominio de la adicción.

Pero ahora, un informe de Ángel Dolado , Justicia de Aragón, alerta sobre el crecimiento de una nueva dependencia: la ludopatía, precisamente cuando las Cortes de Aragón están a punto de debatir una nueva ley del juego. Un alarmante porcentaje de jóvenes son jugadores presenciales, mientras que un número creciente de ellos lo hace a través de dispositivos electrónicos.

Resulta obvio que es esta modalidad la que representa un mayor peligro en un futuro próximo, tanto por su incremento desmedido, como por la dificultad de control, dada la difusión de móviles en manos de adolescentes e incluso de niños sin ningún control de sus progenitores.

Toda la sociedad debe implicarse en la formación de una juventud sana y generosa, esa que muy pronto ha de relevarnos para construir de verdad un mundo mejor.