Los que tenemos un sentido de la orientación tan despierto que te hace pasar tres veces por la misma calle sin reconocerla, nos sentimos muy identificados con la trayectoria errática de algunos partidos.

Los que están intentando en menos de una semana pasar de acompañar en la Reconquista a renegar de la ultraderecha, volviendo al respeto a la pluralidad, a las minorías y al europeísmo. Pero, miras hacia el sur y el mapa trazado no concuerda con el territorio, y la vuelta atrás se complica.

Están también los expertos en volantazos a derecha e izquierda, pensando que en alguno de los movimientos acertarán en el centro, del que dijeron salir. Pero el brillo anti: antisánchez, antinacionalista, les distorsiona un poco la elección y la estrategia. Pretender convertir en socio preferente a tu principal competidor ante el electorado, no dio buenos réditos en la izquierda y ahora se repite en la derecha.

Pero la pérdida de referencias más sonrojante en este período poselectoral ha sido la atribución de la derrota, por parte de los nuevos líderes del PP, a Mariano Rajoy. Los mismos que han obtenido el 50% menos de los votos que consiguió el expresidente del Gobierno, le responsabilizan ahora del resultado cuando hace un año que no gobierna, que perdió el Congreso nacional del partido y se retiró discretamente sin interferir en las nuevas decisiones.

La deslealtad es uno de los principales males de nuestra política junto con la personalización. Y estos líderes no han ido a mi mismo colegio donde te enseñaban, quizá con humildad impostada, que la derrota es individual y la victoria siempre colectiva.

En las afueras también ha habido movimientos significativos, pero con mejor suerte. Podemos, que siempre supo detectar el clima de opinión, ya desde el 15M, acertó de nuevo pidiendo concordia y diálogo. Del rodea el Congreso a defender el cumplimiento de los derechos sociales de la Constitución, por donde quizás deberían haber empezado, antes de la enmienda a la totalidad.

Los que tienen clara su dirección, y no andan con dudas, porque se encuentran en posesión de la verdad absoluta son los de «una, grande y libre», que serán irrelevantes en el Congreso pero no sabemos en las próximas elecciones. Ni tampoco lo han sido en el contagio del discurso predemocrático que la derecha de este país asumió sin complejos. Estos señores, el centro no lo encuentran ni ayudados por el navegador.

*Politóloga