Más allá de su carrera como buen jurista (Aragón los da con frecuencia), de la que deja su impronta Juan Antonio Bolea en las comunidades de regantes, quiero rendir homenaje al Juan Antonio Bolea político. Quizá ese conocimiento de la organización de los regantes fuera el hecho que pudiera explicar su pasión por la defensa de los Riegos de la cuenca del Ebro y su vocación política.

Como tantos de los protagonistas de la Transición, llegó a la política por compromiso con su conciudadanos, con la única razón de sentar las bases para conducir a España por los caminos de la democracia y la convivencia en libertad. De talante moderado y afable, tras su elección como diputado en la legislatura constituyente y después senador, sería el primer presidente del Aragón preautonómico en momentos convulsos, de crisis del centro político y de fraguado del regionalismo aragonés. No lo tendría fácil, pero llevó su responsabilidad con dignidad. Fue persona de diálogo, algo que hoy se echa de menos.

Oscenses ambos, coincidimos en campañas electorales por el Alto Aragón desde propuestas diferentes. Siempre nos tratamos con respeto y, años más tarde, con la relación que une a viejos compañeros de aventura.

La generación de la transición vamos poco a poco desapareciendo, son muchos los que ya no están, por eso quiero recordar a Juan Antonio Bolea como político aragonés, para que su memoria perdure, en la esperanza de que las semillas que tratamos de sembrar fructifiquen.