En medio de la marea de conservadurismo que nos invade va emergiendo el peñón del viejo ser español, con sus nuevos códigos políticos (Rajoy), sociales (Ana Botella) y penales (Ruiz Gallardón). Vuelve la gente de orden, la prensa de orden, los artistas de orden...

Frente a tanto puritanismo y tedio, laca y vintage, la memoria cultural nos ofrece refrescantes ejemplos de otros modos de entender la vida, la sociedad y la creación.

Remontándonos hasta los arranques del siglo XX, uno de los movimientos más innovadores y libres fue el de los surrealistas. Y una de las mujeres surrealistas más innovadoras, fascinantes, inteligentes, seductoras y libres fue Nusch Éluard, la mujer de Paul Éluard.

Chantal Vieuille, editora y biógrafa francesa, acaba de presentar con el sello Circe una apasionante y apasionada biografía de este extraordinario ser humano, Nusch, que brilló con luz propia en el firmamento surrealista, cuya familia en pleno desfila por las páginas biográficas de la segunda esposa de Éluard. La primera, si recuerdan, fue Gala, quien, con posterioridad, uniría su destino al de Salvador Dalí.

Hija del circo, dueña de una novelesca historia personal, llena de episodios y peripecias, Nusch emprendió con Éluard una fecunda relación basada en la entrega y dominación, en la obediencia y la rebeldía, en una transmutación total de los valores sexuales, y eróticos, y de los roles de pareja.

En la militancia comunista, en la calle, en el dormitorio, posando desnuda en los ateliers de Miró, Picasso o Man Ray, Nusch estuvo siempre en primera línea, asumiendo una y otra vez todos los riesgos. El propio Éluard la animaba a mantener relaciones con otros hombres, en el convencimiento de que el matrimonio convencional castraba la creatividad y de que nadie ni nada debía poner puertas al campo en la comuna, en la pradera surrealista.

Desde el punto de vista artístico, Nusch Éluard tan solo acabó dejando a la posteridad una colección de interesantes collages, por lo que su principal herencia o legado fue precisamente su performance vital con Éluard.

Fresca y pura en su pagana inocencia, Nusch nos devuelve el sueño de la libertad total, de la desinhibición, de la existencia natural.