Una de las repercusiones de la manifestación del domingo en Madrid recorre como una onda polémica el propio periodismo español. Ya saben: tres colegas de conocida y reconocida adscripción conservadora (incluso muy conservadora) leyeron el comunicado final ante los concetrados en Colón y ello ha provocado reacciones en mi gremio, tan castigado por crisis, alineamientos y, sobre todo, por la desaparición de su tradicional modelo de negocio.

En lo que a mí respecta, ya dije que los tres portavoces voluntarios de la concentración antiSánchez hicieron un triste papel. Sabida su posición ideológica, a nadie pudo sorprender su activa participación en el acto. Tampoco cabe objetar su vocación activista (no es raro que los periodistas más combativos leamos en público manifiestos o comunicados, y yo mismo lo he hecho ante manifestaciones contra la invasión de Irak o la Reforma Laboral), aunque la concentración en Madrid era, en verdad, muy sesgada en lo político. Demasiado. Pero existe una objeción mucho mayor a mi juicio, y que un colega tan poco sospechoso como Víctor de la Serna comentó ayer mismo en El Mundo: el comunicado, elaborado, se supone, por los mismos convocantes de la manifestación (PP y Cs con la adhesión de Vox), estaba plagado de mentiras y medias verdades, y eso es algo que cualquier periodista ha de rechazar, sean cuales sean sus simpatías y criterios.

No es cierto que Sánchez haya cedido ante los secesionistas catalanes ni aceptado los 21 puntos del Govern ni roto el respeto esencial a la Constitución. Y no lo es porque ya vemos cómo el diálogo se ha hecho imposible y los Presupuestos Generales se van a quedar (salvo milagro de última hora) en proyecto frustrado. Repetir esos infundios y adornarlos con constantes insultos a un presidente del Gobierno elegido de acuerdo con la Ley no es aceptable ni siquiera por parte de evidentes periodistas de trinchera.

El periodismo español no atraviesa su mejor momento. Pero ha de luchar por la democracia y contra la mentira. Hasta el último aliento.