Me ha sorprendido tanta sorpresa tras el bailecito agarrao que se marcaron ayer Lambán y Aliaga. Estaba cantado que el PAR (digan lo que digan sus cuadros más paleoconservadores) haría virguerías con sus tres diputados en las Cortes aragonesas, treinta mil votos que valdrán un Gobierno. Y por supuesto, la primera opción iba a ser el PSOE. Nadie como los socialistas ha tratado al regionalismo de derechas. Desde luego, el PP no. Durante doce años, el llamado Marcelinato ofreció a los seguidores de José Ángel Biel (entonces, el gran jefe) puestos, prebendas, dineros que administrar e influencia específica en los ámbitos empresariales y entre los colectivos de orden que necesitan tener amigos en el Pignatelli.

Por otro lado, las derechas se están liando una barbaridad en la confección de sus pactos. Son nuevos todos en el oficio, e incluso en Madrid se las han arreglado para liarse y desecontrarse: los del PP aspiran a tener todo el mando, sin darse cuenta de que vienen de morder el polvo de la derrota; los de Cs pretenden sacarle al PP más de lo que el PP quiere darles, Vox es un factor más extravagante que desestabilizador (la ultraderechitas gritona pero cobarde) que ahora se empeña en salir en la foto... y se va dando cuenta de que los otros pretenden dejarlo escondido en la despensa y que solo salga para votar lo que corresponda.

Más lógica es la indignación que el apaño PSOE-PAR ha desencadenado entre las izquierdas puristas. Claro que estas deben asumir el hecho de que su bloque no suma para gobernar. De cajón. Tampoco propusieron en la campaña programas tan rompedores que no puedan tener algún reflejo en una gestión presidida por Lambán, y sobre todo en los próximos presupuestos. Porque, estén unos u otros a los mandos de la máquina, parece difícil que Aragón se salga del carril. Otra cosa es que ruede a la velocidad del recorte (derechas) o al tran-tran del gasto social asumible (izquierdas).

Divertida sí que está la situación. Y esperen, que aún nos queda por ver el desenlace. No se asusten.