Ante el Elche firmó otro doblete y su encuentro fue definitivo para que el Real Zaragoza sumara una victoria balsámica y esencial en el pasaje de más incertidumbre de la Liga. Lleva 16 goles en 30 partidos y con esa marca ha igualado su mejor registro en categoría profesional. En este año tan tempestuoso, Ángel está siendo el futbolista más constante, de rendimiento más elevado y de productividad más inequívoca de la plantilla. El espectro de su juego no se ha reducido al área, donde va camino de ser un hombre de 20 tantos, sino que se ha ensanchado fuera de ella, desahogando las salidas, tocando muy rápido, con controles estupendos y alzando el listón de su fútbol hasta muy arriba. Ángel ha sido capaz de ganar batallas perdidas contra centrales de toda estirpe y condición y de convertir decenas de melones en fruta sabrosa. Hizo goles con Milla, hizo goles con Agné y los sigue haciendo con Láinez. Otros han estado en algún momento de la temporada y luego desaparecieron, algunos ni siquiera han hecho acto de presencia. El delantero canario ha estado siempre. Su nuevo entrenador lo resumió sin ambages tras el 0-3 del domingo: «Es nuestro mejor jugador».

A pesar de esa catarata de hechos inopinables, la figura de Ángel todavía suscita ciertas sospechas, un halo receloso, especialmente por su mala definición algunas tardes, seguramente consecuencia de la aceleración de su juego, de algunos problemas de golpeo y de falta de serenidad en esos instantes nerviosos. Que ha marcado 16 goles, pero podría haber hecho unos cuantos más. Por ahí van algunos reproches.

Por ahí y por la propia idiosincrasia y singularidad del club al que pertenece. Por el césped por el que ahora pisa el impetuoso punta canario han hecho historia una colección de delanteros de altura mundial. Beluga. La exigencia va implícita en el requerimiento histórico de la plaza. Ángel tampoco se ha librado de ella, a pesar de ser indiscutiblemente lo que Láinez dijo de él: el mejor del Real Zaragoza este año.