Belinski y Young, dos prestigiosos teóricos en temas electorales, titularon su libro publicado en 1982 de esta manera: Fair Representation. Meeting the Ideal of One Man, One Vote. Efectivamente con la expresión «una persona, un voto» se condensa una de los grandes principios democráticos, la igualdad de todos los electores. Desafortunadamente este lema democrático es difícil de cumplir especialmente cuando los ciudadanos se encuentran con la tarea de seleccionar a sus representantes. O más bien imposible, porque, por ejemplo, en el caso de aplicar estrictamente el principio anterior, la representación de Izquierda Unida por Zaragoza en las Cortes de Aragón debiera ser de un diputado y poco más de la mitad de otro.

Todas las instituciones democráticas, en sus cartas magnas, es decir, constituciones y estatutos, proclaman ese principio utilizando el término «proporcional». Por ejemplo, la Constitución española dice que las elecciones de los diputados en el Congreso y en las asambleas legislativas de las comunidades autonómicas, se realizarán atendiendo a criterios de representación proporcional. Desde un punto de vista matemático este término no ofrece ninguna duda en su interpretación, que la podíamos resumir en la afirmación «doble número de votos, doble representación». Sin embargo, como ya hemos señalado anteriormente, la cosa no es tan fácil cuando manejamos cifras cualesquiera. Veamos con ejemplos cómo se ha traducido ese criterio en cuatro situaciones diferentes. Para cada uno de ellos nos fijaremos en las cifras que indiquen «el coste más barato y el más caro» para obtener un representante en el correspondiente congreso o parlamentos. La comparación de esos dos costes nos da una pista sobre la forma de concretar el criterio mencionado.

El sistema electoral alemán tiene como defecto su complejidad. Decía un constitucionalista alemán que ni siquiera los propios alemanes son capaces de explicar ese sistema. Pero tiene una gran virtud como es su gran apuesta por la proporcionalidad. En este sistema electoral encontramos que el número de representantes de cada partido en el Bundestag se determina contabilizando todos los votos a nivel nacional, siendo esta una de las claves para conseguir una alta proporcionalidad. Fijándonos en los resultados de las recientes elecciones celebradas hace unos días en el país germano, vemos que el coste en votos por escaño se sitúa entre 62.053 (GRÜNE) y 62.522 (AfD), es decir una diferencia de 0,7% sobre el coste inferior. Para llegar a este nivel de proporcionalidad los alemanes han modificado varias veces su sistema electoral. No cabe duda de que la técnica puede ayudar en el aumento de la proporcionalidad aun con otros condicionantes como la cercanía del elector, el sistema federal o la gobernabilidad.

Las últimas elecciones generales celebradas en España, en 2016, proporcionaron los siguientes resultados. El escaño más barato lo obtuvo el PSOE con 12.688 votos en Soria, y el más caro fue para Ciudadanos en Sevilla por 137.718 votos. La desproporción es manifiesta y no necesita que la representemos con ninguna cifra. El sistema de reparto por provincias y la regla D’Hont son la causa de tan alta desproporcionalidad.

En Aragón, las elecciones celebradas en 2015 nos dan estos datos. El PSOE solo necesitó poco más de 4.000 votos por cada uno de sus 5 diputados autonómicos por Teruel mientras que Izquierda Unida tuvo que «pagar» casi 21.000 votos por su diputado por Zaragoza. La desproporcionalidad no es tan escandalosa como en el caso de las elecciones a las Cortes españolas, pero sigue siendo alta.

En los primeros días del próximo mes de noviembre el PSOE de Aragón celebrará su 16º Congreso Regional, congreso cuyos componentes, denominados delegados, habrán sido previamente elegidos en las distintas agrupaciones de afiliados. Los Estatutos regionales concretan la exigencia de proporcionalidad en ese proceso de elección estableciendo que cada delegado debe representar al mismo número de afiliados en la medida de lo posible, sin embargo las bases electorales dicen que las agrupaciones con 10 o más militantes tendrán un delegado, pero que un segundo delegado se obtiene cuando la agrupación cuente con más de 50 militantes. No es difícil adivinar que habrá delegados que representen cada uno a 10 afiliados mientras que otros representarán a 50. Es decir, las bases electorales contemplan una desproporcionalidad análoga a la que actualmente existe en las Cortes de Aragón, pero esta vez en perjuicio de las agrupaciones grandes, lógicamente ubicadas en las ciudades con más población, y eso que el actual secretario general, responsable principal de la propuesta de esas bases electorales, anunció al día siguiente de la convocatoria que en el caso de que él continuase en el cargo mejoraría el sistema electoral de la ciudad de Zaragoza. Podía haber empezado aplicando correctamente lo que dicen los estatutos regionales.

*Y Manuel Vázquez Lafuente, profesores de álgebra de la Universidad de Zaragoza