Cuando mediada la década de los 60 Mao llevó a cabo en China la revolución cultural, millones de personas fueron enviadas a las zonas agrícolas para que, viviendo entre las masas campesinas, se hicieran reeducar, y en el caso de los intelectuales, tuviesen la oportunidad de adquirir un punto de vista correcto sobre el arte. Nada diferente, por otro lado a lo que antes habían hecho Stalin en Rusia, con sus gulags en Siberia, y Hitler, en Alemania, con sus campos de reeducación para la que él calificó "intelectualidad decadente" del país.

Unos hechos luctuosos que, lejos de ser noticia de los archivos de historia, acaban de saltar de nuevo a la actualidad, cuando recientemente, destacadas autoridades de la República Popular mostraban su malestar por la vulgaridad de algunas producciones de artistas y cineastas chinos, invitando a sus creadores a promover un arte basado en los valores de patriotismo y servicio al pueblo... mediante una temporada de estancia en el campo, como en la época de Mao.

Pero ¿qué es el arte? El escritor y crítico londinense John Ruskin escribió en 1843 que si se quiere dibujar hay que olvidarse de lo que se sabe para limitarse a mirar. Es lo que él llamó la visión del "ojo inocente". En la misma línea se mostró siempre su compatriota, el pintor John Constable (1776-1837), quien se propuso llevar a cabo una producción pictórica sin prejuicios ni ideas preconcebidas, de acuerdo al utópico ideal romántico de sinceridad absoluta. Se cuenta una anécdota del pintor estadounidense James Whistler (autor en 1871 de un retrato de su madre, en el que se basó una divertida película Mister Bean, de finales de los 90) en la que le preguntó a uno de sus alumnos sobre lo que significaba para él la pintura, a lo que el discípulo le contestó: "Pintar lo que veo". "Pues espere a ver lo que ha pintado", le respondió Whistler.

En el mundo de la Grecia clásica, la creación artística tenía como finalidad provocar un choque en el espectador, suscitando en él la piedad o el miedo en el sentido aristotélico de su concepción. Pero la griega, como posteriormente la romana, eran sociedades puramente ritualistas, con una visión del mundo inmutable. Y no será hasta comienzos del siglo XIII cuando el arte en Europa contemple una visión más dinámica de interpretar las cosas. En este contexto de cambio se encuadra precisamente la figura de san Francisco de Asís, la persona que por vez primera se planteó hacer llegar el mensaje cristiano a la totalidad del pueblo, a través de la imaginación. De ahí su escenificación del nacimiento de Jesús en la Navidad de 1223 en la ciudad italiana de Greccio, y que tanta influencia ejerció en la tradición belenista que, sin embargo, no fue iniciada hasta bien entrado el siglo XVI.

Por tanto, no es la conciencia colectiva lo que cambia el estilo e inicia la vanguardia, sino que es preciso que alguien lo invente, y sea consciente de su creación. Es entonces cuando el artista abandona el anonimato y pasa a firmar sus obras, algo que se desarrolló plenamente en Florencia. Un hecho, a su vez muy ligado con el desarrollo de las ciudades y el aumento de la población. El desarrollo del comercio en las "repúblicas de ciudadanos" de Venecia, Génova o Florencia, incorporó el progreso como valor principal para la cohesión de sus sociedades, y por lo tanto el intercambio de ideas.

Ya en el siglo XVI, la reforma de la iglesia propiciada por Lutero, que cuajó en Alemania y Países Bajos, motivó que en aquellas naciones ya no se hicieran obras de arte para los altares de sus iglesias, pues los protestantes no precisaban de imágenes de santos en sus templos. Y a pesar de ello los países luteranos se convirtieron en centros importantes de exportación de pinturas hacia las naciones católicas. Pero con todo, no fue hasta el siglo XVIII cuando empezó a hablarse en Europa de arte en el sentido general. Y solo a partir del 700, con el desarrollo de la estética y la secularización de los comportamientos la visión del arte como algo sagrado, es decir, como una percepción de la realidad que supera al hombre y que constituye para su vida una dimensión nueva.

Paulatinamente, la creatividad del artista se irá imponiendo sobre el rigor de las formas, y sus obras se convertirán en la expresión plástica de su particular manera de interpretar la realidad. Una expresión de vanguardia en la que tanto la tradición como la modernidad interactúan en armonioso equilibrio. Historiador y periodista