El diccionario dice que perversión es el estado de error o corrupción en las costumbres y que perverso es el que hace el mal conscientemente. Eso es exactamente lo que están haciendo las diferentes administraciones con la sanidad pública. Lo último es la medida del Salud (Aragón) de incentivar con hasta 12.000 euros a los médicos que ahorren en las recetas. El tema es muy fuerte. Es escandaloso. Es inmoral y repugnante por muchas razones. En primer lugar trata de tutelar o de comprar a los profesionales de la medicina para que no receten productos caros, aunque vayan prescritos por el o la especialista correspondiente. Por tanto, con esta circular se deduce que los considera limitados mentales porque no saben lo que deben hacer en cada momento con el paciente que tienen delante, y del que conocen su historial médico porque lo tienen metido en su ordenador. También se podría considerar un chantaje en toda regla: si recetas mucho te bajo el sueldo y si recetas poco y barato te premio por tus "buenas prácticas". El cinismo de la orden es de auténtico sonrojo porque los que la firman admiten que se ha hecho "para premiar al profesional que trabaja bien" y añaden que es "una manera de recuperar el poder adquisitivo" de los médicos tras los recortes sufridos. ¡Toma ya retórica envolvente para justificar a los incautos!

En segundo lugar la orden implica que lo último que importa es el paciente. El paciente debe ser eso: paciente. Y sufrir además de sus dolores y enfermedades, los recortes, el copago farmacéutico, la retirada de medicamentos del sistema público de Salud, las listas de espera interminables, y si tiene la desgracia de que su especialista le haya prescrito un medicamento caro y que debe tomar de forma prolongada, pues ahora el sistema le ordena a su médico de familia que no extienda esa receta y que se lo pague de su bolsillo aunque entre en la lista de los financiados por la Seguridad Social. ¡Stop! ¡Prohibido! ¡Mejor no lo hagas! Por tanto la medida además de una injerencia intolerable a la clase médica se parece inquietantemente a prácticas que se ejercían en el nacional socialismo de la Alemania que todos queremos olvidar. El desprecio al enfermo resulta estremecedor. Los pacientes son maltratados por una administración que lleva la gestión de la sanidad como si de un banco se tratara.

En tercer lugar incentivar a los médicos por recetar menos recuerda demasiado a lo que nos llevó a esta crisis maldita: los grandes bancos y firmas proponían bonus para que sus agentes metieran productos basura a los clientes. Es decir, los engañaban para que unos pocos listos se enriquecieran rápidamente. Así se hundió el sistema financiero al que estamos rescatando con nuestros impuestos. Así están hundiendo la Sanidad Pública para que solo unos pocos puedan pagar su total privatización. Mi padre fue toda su vida un honrado médico de cabecera y si viera esto los llamaría "indecentes" y "pervertidos".

Periodista y escritora