A George Orwell le horrorizaría. El autor de 1984 escribió acerca de la capacidad de los poderes totalitarios para controlar las mentes mediante la propaganda: podrían afirmar que la guerra es paz y repetirlo tanto que la gente llegara a creérselo. Orwell nunca hubiera imaginado que las mismas técnicas de propaganda pudieran tener tanto éxito en una democracia con una prensa libre. Pero George Bush está demostrando precisamente que sí es posible.

Bush ha convertido su gestión de la guerra contra el terrorismo en el eje de su campaña. Una campaña que sólo contiene dos mensajes: describe a Bush como inquebrantable en la guerra contra el terror y ataca a John Kerry con un bombardeo interminable de tergiversaciones, mentiras y difamaciones. Hasta el momento, el éxito de esta estrategia mantiene a Bush en la contienda.

Sin embargo, para que funcione, la campaña de Bush tiene que suplantar la realidad por ficción. La realidad que no puede ignorarse es que las decisiones de Bush y los suyos han hecho que EEUU esté más aislado, sea un país menos admirado y --lo que es más importante-- más inseguro.

Antes del 11-S, el equipo del presidente desdeñó las advertencias sobre Al Qaeda y Bin Laden. Estaban obsesionados con la defensa de misiles y con Irak. Después del 11-S, las ilusiones se vinieron abajo, o así debería haber sido. Con el apoyo de republicanos y demócratas, el presidente trató de dar caza a Bin Laden en Afganistán. Pero desde el primer momento sus asesores presionaron para que se atacara a Irak. El máximo responsable antiterrorista, Richard Clarke, estaba horrorizado. Irak, él lo sabía, ni tenía nada que ver con el 11-S ni mantenía vínculos con Bin Laden. Y una guerra en Irak representaría una distracción de la guerra contra el terror.

PERO LOShalcones de la guerra no podían esperar. Exageraron y ayudaron a inventar la "amenaza creciente" de las armas de destrucción masiva de Husein, que no existían. Vendieron la información falsa difundida por Chalabi, un sinvergüenza iraquí en nómina de EEUU. Rumsfeld formó su propio equipo de propaganda para desafiar a los escépticos de la CIA y del Departamento de Estado.

Todo lo que el presidente dijo sobre la guerra resultó ser falso. Y ahora, como temía Clarke, en Irak nos hallamos metidos en un atolladero sangriento, a un coste que ya sobrepasa las 1.000 vidas estadounidenses y va camino de los 200.000 millones de dólares. Pero el coste real es muchísimo mayor. En la preparación de la guerra, el Pentágono desvió tropas y expertos de los servicios de inteligencia de Afganistán, dando tiempo a Bin Laden y a los talibanes para reagruparse. Ahora, Al Qaeda sigue siendo una amenaza tan importante como antes para EEUU.

Peor todavía, la ocupación estadounidense de Irak ha suscitado furor en todo el mundo islámico, desde Argelia hasta Indonesia. La admiración por EEUU ha caído en picado; el odio se ha intensificado. La popularidad de Bin Laden ha ido en aumento. Y como informa el International Institute for Security Studies, la guerra de Irak es un filón de reclutamiento para Al Qaeda.

Nuestro Ejército está sometido a una exigencia excesiva y carece de efectivos. Las tropas fueron enviadas a una ocupación para la que no habían sido adiestradas ni motivadas y, en demasiados casos, sin siquiera un equipamiento adecuado.

Ordenes ilegales sobre tortura e interrogatorio --justificadas por los abogados del presidente y adoptadas por el secretario de Defensa Rumsfeld--, combinadas con guardias de prisiones abrumados y sin formación, generaron los horrores de Abú Graib. Los más indignados por estos crímenes son los mandos militares, pues pretenden que sus tropas tengan un tratamiento decente cuando sean capturadas.

LA LOCURAdel presidente ha desperdiciado la buena voluntad global con que contaba EEUU después del 11-S. En lugar de cohesionar al mundo para aislar a los terroristas y darles caza, ha aislado a EEUU, incluso de nuestros aliados tradicionales. Estamos ante la peor debacle en política exterior desde Vietnam, como han confirmado docenas de exfuncionarios de las administraciones de Reagan y Bush padre. Aunque gracias al poder de la imagen y las mentiras, esta desastrosa y fracasada política se haya convertido en el eje de la tentativa de Bush de conseguir otro mandato.

Con una prensa atemorizada y una población amilanada y confundida, Bush explota los miedos y convierte la locura en triunfo. El Gran Hermano de Orwell no lo hubiera hecho mejor. Pero convendría que los estadounidenses reflexionaran, porque este país no puede permitirse cuatro años más lo que el propio Bush denomina una "victoria catastrófica".

*Pastor baptista y exaspirante demócrata a la presidencia de Estados Unidos.fTribune Media Services.Traducción de Xavier Nerín.