Un hospital de campaña o la gestión de puertas en urgencias no se levanta con esa languidez intelectual que ya asoma en cuanto las cifras están dando una tregua. No se rebaja el número de afectados a la mitad en una semana, ni se duplica el número de altas en cinco días sino es con la determinación de un grupo muy numeroso de profesionales y la del conjunto de los ciudadanos que sigue quedándose en su casa después de tres semanas.

El pesimismo produce inacción porque si los acontecimientos inevitablemente nos van a llevar a la peor de las situaciones, la voluntad humana no tiene espacio. Y justo lo contrario es lo que nos demuestra esta crisis, que gracias al esfuerzo incluso temerario de miles de personas infradotadas de medios se está controlando la expansión del virus. El empeño en resistir en nuestros domicilios, no todos igual de acondicionados para pasar el confinamiento, con la incertidumbre sobre nuestro futuro inmediato, es un ejercicio diario de resistencia que cada uno pasa como mejor puede, pero lo hace, porque además de buscar el beneficio propio de no infectarse sabe que su acción salva vidas.

Así que las visiones apocalípticas sobre el riesgo de sociedades vigiladas, adormecidas y resignadas ante posibles gobiernos autoritarios no sé sobre que sociedades se están pronosticando, pero no se parecen mucho a esta. La supervisión de nuestros movimientos e incluso el aislamiento individual en espacios colectivos, si fuera necesario, se aceptan porque sabemos que son algunas de las estrategias a seguir para salir del horror. Por eso, la información clara y lo menos contradictoria posible es vital para seguir asumiendo los cambios en nuestras vidas, colaborando desde un proceso de autoconvicción.

Eso sí, las clases de motivación personal que algunos políticos se empeñan en seguir haciendo son ineficaces en una sociedad madura y resta credibilidad a la acción ingente que se está realizando. Saldrán ejemplos de comunicación política de esta crisis y otros que intentaremos borrar cuanto antes, pero eso sigue siendo secundario en este momento. En el lado contrario, los irresponsables del todo mal también tendrán que rendir cuentas cuando todo pase. Serán protagonistas de nuestra memoria histórica, esa de la que algunos abominan tanto.

La tensión va a crecer estas semanas cuando el riesgo de la muerte se va alejando y el cansancio de las restricciones se acumula. No nos olvidemos de lo ya conseguido, del sacrificio de tantos y exijamos responsabilidad a nuestros representantes.