Al margen de algún despiste muy puntual que en absoluto afecta a la organización de la cumbre hispano-francesa, se puede decir que Zaragoza ha hecho valer en este encuentro su dilatada experiencia como ciudad de congresos. En el Pignatelli, sede del histórico plenario en la Sala de la Corona, no se dejó nada al azar, ni en la organización del acto ni en la cobertura del mismo, en la que participaron más de trescientos periodistas sin ningún problema. Todo estuvo tan cuidadosamente milimetrado que ni siquiera el tráfico se resintió al paso de la larga comitiva que formaban las delegaciones de ambos países.