El anuncio de la suspensión de la Ofrenda de flores ha caído como una corona fúnebre sobre unas Fiestas del Pilar 2020 sobre las que planea el espectro de la cancelación. La reciente anulación de otro evento multitudinario a celebrar en las mismas fechas, la Feria del Libro de Madrid, y las declaraciones de la autorizada voz de Angela Merkel pronosticando un otoño pandémico han debido debilitar las ya flojas esperanzas del alcalde Azcón de tirar el cohete y mantener enarbolada la bandera de uno de los festejos más multitudinarios de España y fuente de ingresos insustituible para Zaragoza capital.

Cuyos restauradores, comerciantes, hosteleros, taxistas, pequeños y grandes empresarios, floristerías, teatros y cines, tiendas de souvenirs, museos, compañías de animación, feriantes, vendedores ambulantes, fabricantes de bandurrias y cachirulos se han echado a temblar porque del no hay billetes al no se venden entradas hay toda otra crisis económica agazapada en este septiembre incierto para seguramente a mitad de octubre apretar las tuercas a los pocos engranajes que sigan funcionando aún.

Yo no sé si los libreros madrileños y la canciller alemana tienen tanta razón como para dejarnos sin fiestas, pero no estaría de más recordar que muchos otros eventos se han venido salvando desde marzo, con precariedad, ciertamente, pero evitando su cancelación. Obviamente no debería celebrarse el 12 de octubre una Ofrenda de flores de 400.000 personas, pero ¿qué impide realizar en la plaza del Pilar, con las correspondientes medidas de seguridad, una Ofrenda más reducida, pero igualmente difundida, televisada? ¿Por qué no celebrar los conciertos que razonablemente puedan asegurar al público presencial la debida protección contra el contagio? ¿Por qué renunciar a toda manifestación lúdica y, sobre todo, al prestigio de seguir organizando, ofreciendo, defendiendo, unas fiestas mayores de semejante calado?

No es momento para el derrotismo, sino para la imaginación. La tecnología ofrece abundantes posibilidades para, con sus efectos virtuales, proyecciones, retransmisiones, mantener los argumentos y pilares de la tradición allá donde lo presencial no llegue.

¡Ánimo y a programar! O bien, que la Pilarica haga un milagro…