Lo más llamativo ha sido que el presidente del Comité Olímpico Español (COE), Alejandro Blanco, lanzara públicamente su apoyo a una candidatura que Cataluña lleva ya varios años trabajando: la de los Juegos Olímpicos de Invierno en el Pirineo, con ramificaciones a Barcelona y también a Aragón. En los últimos meses, la precandidatura tenía muchos escollos, pero sobre todo políticos. Lo que Blanco ha venido a decir es que ahora ya no existen y que el Gobierno de Pedro Sánchez está decidido a apoyar un proyecto cuya base fundamental ya conoce el Comité Olímpico Internacional (COI) y tiene un reto clave: que sean unos Juegos catalizadores de estrategia de país y que sirvan para la unidad política. Por eso hay que añadir a Aragón, que entraría a jugar un papel crucial porque representaría la parte constitucionalista. Y ahí hay que añadir dos retos más: el lógico impulso a los deportes de invierno en nuestro país y en nuestra comunidad más concretamente, y el avance que Aragón debe conseguir en muchas de las infraestructuras pirenaicas que tanto se reivindican y en otras que pueden llegar. Luego el 2030 es una buena meta.

Pirineos-Barcelona cuenta con dos grandes argumentos para atraer al COI: situar en el panorama deportivo a los Pirineos y facilitar la aproximación entre instituciones españolas y catalanas en un contexto político como el actual. El desbloqueo político y la formación del Gobierno han supuesto un respiro para Pirineos-Barcelona. La falta de sintonía entre la Moncloa y la Generalitat ralentizó el avance de la candidatura, que debía ser oficial en el otoño del 2019. El proyecto fue uno de los puntos de discusión entre el PSOE y ERC durante las negociaciones previas a la investidura de Sánchez, y actualmente forma parte de los marcados en la agenda del reencuentro que propone el Ejecutivo central de coalición. Tras unos meses de dudas, Pirineos-Barcelona recupera el pulso.

Gerard Figueras, el secretario general de Deporte de la Generalitat de Cataluña, ha sido quien ha liderado hasta ahora el proyecto. La semana pasada, una reunión entre Cataluña, Aragón y el Gobierno central dio paso a que sea el COE el que encabece ahora la candidatura una vez que hay consenso entre Madrid y Barcelona y para que el comité internacional vea algo fundamental: el apoyo total del Gobierno. Y ahí es donde el presidente aragonés, Javier Lambán, añade fuerza a la candidatura con su respaldo. Es verdad que dos de sus socios, Podemos y Chunta, van a estar más remisos, pero con los morados se juega la baza de que también están en el Gobierno de Sánchez, con lo que su rechazo será limitado, y Chunta no está en condiciones de imponerse como cuando lo hizo para que Juan Alberto Belloch fuera alcalde de Zaragoza con su apoyo y el PSOE renunciara a toda la política de macroproyectos. La fortaleza a presentar ante el COI es, pues, muy atractiva: que estos Juegos pueden demostrar que el deporte une y que pueden facilitar el deshielo entre instituciones y recuperar las relaciones entre España y Cataluña. Y la presencia de Aragón fortalece técnica y políticamente.

El otro punto a favor es que la cordillera pirenaica nunca ha albergado pruebas del más alto nivel, y los Juegos supondrían un punto de excepción para poner a los Pirineos en el mapa. Un proyecto que debe adaptarse al territorio y no a la inversa, porque en el COI ya se ha cambiado y se buscan proyectos sostenibles. Es decir, pocas construcciones específicas y lo que hay que hacer es remodelar, modernizar y actualizar instalaciones ya hechas, en infraestructuras hoteleras, deportivas y de comunicaciones. Y eso le vendría muy bien a Aragón. Eso si, ni construcciones de más apartamentos ni ningún desarrollo urbanístico especulativo. El objetivo sería unos Juegos de cero emisiones y respetuosos con el medio ambiente.

Y Aragón también podría aprovechar el reparto de sedes para distribuir la riqueza. Barcelona podría albergar la villa olímpica, pero los deportes de hielo bien podrían hacerse también en Zaragoza (una subsede como lo fue en 1992) y todos los de nieve en las estaciones catalanas y aragonesas. Ahora, el COI es más flexible y ya no hace falta esa distancia de hora y media entre sedes. Y la elección también ha cambiado, con lo que no se es tan rígido como tuvo que soportar la candidatura de Madrid. Incluso ahora se conceden juegos de dos en dos (los de verano de París 2024 y Los Ángeles 2028), con lo que podría ocurrir que en el 2023 se adjudicaran conjuntamente 2030 y 2034. Es cierto que puja fuerte Sapporo (Japón) pero Pirineos-Barcelona bien podría superar a Salty Lake City, Oslo y Estocolmo que también los quieren. Aragón debe estar ahí. Tiene más a ganar y es una vieja ensoñación.

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