Cuando los responsables de la Sociedad Anónima Deportiva (SAD) se percataron en la primera vuelta de la colección de deficiencias de la plantilla, y sobre todo cuando la mala clasificación empezó a anudar la soga al cuello de la angustia, iniciaron a toda prisa una nueva revolución de invierno que ha acabado con cinco fichajes. El principal foco de acción en la reestructuración de la plantilla ha estado en la portería y en la defensa, que es por donde el Real Zaragoza se ha precipitado a años luz del ascenso directo y a un trecho importante del playoff, siete puntos, con 17 jornadas por delante. Nadie puede aspirar a subir a Primera División habiendo recibido 35 goles en 25 jornadas, más que todos menos el Mirandés y más incluso que cualquiera de los otros clubs en descenso. Ese es el verdadero lastre de este equipo.

A La Romareda llegaron Valentín y Feltscher, poca brillantez pero sí seriedad, seguridad y polivalencia. Y Saja, llamado a poner cordura bajo palos. El objetivo de la SAD era articular un plan anti-Isaac, anti-Casado, anti-Bagnack, anti-Popa y anti-Irureta. Que esos futbolistas no jugaran ni cuando no hubiera más remedio que jugaran. Por la concentración de lesiones, alguno de ellos se volvió a colar en el once. Será circunstancial. El portero, Irureta, se ha mantenido ahí por mandato de Agné. Como a Milla, el gato se la ha jugado también. O el entrenador enmienda ya una decisión que solo él entiende, o lo siguiente que habrá será un plan anti-Agné.