En uno de los momentos más delicados de la legislatura, Mariano Rajoy ha logrado, gracias al PNV, salvar el primer escollo parlamentario de los Presupuestos Generales del Estado para el 2018. El Congreso ha tumbado las seis enmiendas a la totalidad presentadas al proyecto de ley gracias a que el PNV ha votado a favor de las cuentas. Los nacionalistas vascos, a pesar de sus reticencias a raíz de la aplicación del artículo 155 de la Constitución en Cataluña, han acabado apoyando al Gobierno después de pactar un acuerdo por el cual se garantiza que las pensiones del 2018 y del 2019 subirán, según el IPC, y se retrasa la entrada en vigor del factor de sostenibilidad hasta el 2023. El PNV se apunta así un nuevo tanto en su figura de conseguidor, el viejo papel que solía ostentar el nacionalismo catalán y que ha sido otra de las víctimas del procés. A cambio de esta dosis de oxígeno que puede servirle para alargar la legislatura hasta el 2020, Rajoy no ha tenido reparos en enmendar su propia reforma de las pensiones y en dejar en un limbo de ineficacia al Pacto de Toledo. No hay reforma del sistema, pero sí se aparca la desindexación y el factor de sostenibilidad, tal vez gracias a que las manifestaciones más multitudinarias de jubilados se celebraron en Bilbao. Un gobierno en minoría necesita socios; un gobierno en caída libre necesita paracaídas, y el PNV le ha ofrecido gustosamente el suyo al del PP. A precio de oro, eso sí.