Conforme voy leyendo las noticias que aparecen en los medios de comunicación, previamente expurgadas, más optimista me siento con Aragón. Sobre todo, por las potencialidades que un conjunto de factores anuncian para un próximo futuro. Por supuesto, no siempre se trata de noticias concretas que podrían ser realidad en cualquier momento --algunas ya anunciadas a bombo y platillo-- si el virus no lo impide, sino, lo que puede resultar más prometedor, se trata de indicios, intenciones, apuntes, proyectos, ideas nuevas que acabarán, si las dejamos nacer y desarrollarse, configurando un espléndido futuro para Aragón. La mayoría de las ideas son privadas.

Con una superficie de más de 47.000 km2, es evidente que en Aragón sobra sitio. Además, el lugar se halla estratégicamente ubicado en Europa, con Zaragoza como centro de un espacio circular que con un radio de poco más de 300 kilómetros, incluye ciudades como Madrid, Barcelona, Bilbao, Valencia y Toulouse. Estamos en el centro de más del 75% del PIB de España, con aspiraciones a Europa una vez que consigamos abrir los Pirineos, en competencia con Cataluña y el País Vasco. Competencia que, por razones obvias de orden político, nos dará la fuerza para lograrlo. No seamos primos en asunto tan trascendental: no hay infraestructura más importante para Aragón que esta. Por cierto, ¿ha pensado el lector que con el dinero que el Gobierno de Aragón destina al convenio con Renfe para garantizar servicios ferroviarios que casi nadie utiliza, se podrían poner en funcionamiento líneas de transporte de viajeros a la carta por todo el territorio? Lo cual no supone, por supuesto, renunciar a que el Estado asuma su compromiso en exclusiva y termine las infraestructuras pendientes desde tiempo inmemorial. Además, las siete fronteras de Aragón reafirman nuestra situación estratégica, lo que explica Inditex, Amazon, Opel-PSA, Bon Àrea, Plaza y otras plataformas que hacen de la logística un punto de apoyo para mover el mundo de la economía aragonesa. Dejemos sentado, pues, que el espacio es un valor al alza en Aragón. Otra cosa distinta es el tiempo que solemos tardar en esta tierra en mover las cosas. Pero eso es harina de otro costal del que hablaremos el próximo domingo. En todo caso, de cómo se aprovechen el espacio y el tiempo depende el futuro de esta tierra.

Si entran en Google, a modo de ejemplo, verán relacionadas las cien empresas de Aragón que más facturan y más empleo han creado. Por supuesto hay muchas más. Algunas, muy importantes, son empresas familiares que hunden sus raíces en esta tierra y que, por tanto, nunca abandonarán, por mucho que apriete la globalización. Todas son empresas privadas que hacen por Aragón tanto o más que lo que denominamos sector público. Lo que me hace pensar -por si a alguien, en su fervor ideológico, se le ocurriera alguna idea trasgresora- que tenemos modelo económico para muchos años y ustedes que lo vean, con las adaptaciones y reformas que sean necesarias. Las empresas privadas abarcan casi todos los sectores económicos, incluyendo los medios de comunicación, tan importantes para animar o desanimar al personal. Hay más medios de comunicación privados que públicos. Dicho sea, a modo de apunte interesado y con segunda intención.

Si a los miles de aragoneses y aragonesas que trabajan en las empresas, añadimos los 104.000 funcionarios que dependen de la administración pública, los 300.000 pensionistas, más el sector agrario, los autónomos y pequeños empresarios que merecen mención y protección aparte, más las familias de todos los citados, estaremos cerca de 1.300.000 habitantes que vivimos en esta comunidad. Lo cual nos debe hacer pensar que no es tan difícil pecar de optimista en esta tierra. A pesar de que todavía hay muchas personas sin trabajo o en situación de pobreza, lo que obliga a todos a considerarlas como la prioridad más importante. Ellas deberían ser las primeras beneficiarias de los esfuerzos para lograr la conquista del futuro de Aragón y el pleno empleo.

Y ya que hablamos de la presencia de lo público y lo privado -convertida en contraposición y utilizada por muchos como fuente de enfrentamientos ideológicos- recordemos que en servicios tan esenciales como la sanidad y la educación, también existen centros privados que realizan una función esencial. Por ejemplo, en sanidad, con más de 200.000 tarjetas sanitarias, en alguno de cuyos hospitales se realizan más de 70 intervenciones quirúrgicas diarias, lo que permite reducir las listas de espera de la sanidad pública, sin coste para esta. No olvidemos que casi todos los que utilizan la sanidad privada, son beneficiarios de la pública. Lo mismo podríamos decir de la educación superior, con una cada vez más prestigiada Universidad de San Jorge que no nos cuesta un euro a ninguno de los aragoneses. O unos colegios de educación concertada que, si se convirtieran en centros públicos, su coste nos arruinaría sin duda alguna.

En definitiva: hacen falta más ideas y menos ideología. Es necesario saber sumar lo público y lo privado para aprender a multiplicar. Nada sobra en Aragón, aunque todo sea mejorable y ampliable. Y como he dicho al comienzo de este artículo, en Aragón sobra sitio para todos.