Los comicios del próximo año han generado una multitud de encuestas que pretenden medir preferencias, intenciones de voto y demás cuestiones relacionadas con los diferentes partidos políticos. Más allá de un PP y un PSOE a la baja, más los segundos que los primeros, y esa tendencia a romper con el bipartidismo, o a matizarlo, llama la atención el auge de Podemos, algo más que una convención de iluminados para algunos, peligrosos izquierdistas para otros y mosca cojonera para todos los que se frotaban las manos con un sistema emanado de la transición cuyo sentido consistía en simular aparentes cambios que dejaban todo como los poderes fácticos deseaban. Más allá de los adornos de rigor (que si ley de divorcio, aborto, algunas prestaciones sociales, etc., más que vigentes de larga data en las democracias burguesas europeas y demás) la política económica e internacional de unos y otros asentaba las posiciones de la banca, de las grandes empresas, de la Iglesia-Institución y de las familias de "toda la vida". ¿De qué se quejan estos españolitos --dicen los poderes fácticos-- si ya les hemos dado la democracia? Y de socios ora con unos o los otros, los jefes de IU, en gran medida culpables del desencanto del electorado realmente de izquierdas (pongamos que hablo del Ayuntamiento de Zaragoza y sus desmanes: ¿serían posibles sin el concurso de IU?) Bien que lo están pagando. La desafección de sus votantes avala el fortalecimiento de Podemos y la ruina de una formación que tanto prometía en su día. Profesor de universidad