Pues no, no pienso hablar de la duquesa de Alba. Voy a hacerlo de otro tema obvio, pero no de la duquesa porque estoy recuperándome aún del subidón de azúcar que he tenido leyendo sus panegíricos. Voy a hablar de Podemos (sí, qué pasa) y a contarles la interesante charla que hemos tenido mis amigas y yo en nuestra comida semanal. Como no podría ser de otra manera, cada una somos de nuestro padre y nuestra madre, políticamente hablando. A unas les va la izquierda, a otras les tira más lo liberal. Pero me ha sorprendido que ambas facciones estén tan espantadas con las encuestas que dan semejante porrada de votos para Podemos. Será que nos hacemos mayores, les digo (qué va, me dicen) o será que no nos gusta la cara de Monedero (que parece un comisario del soviet, me dicen) o será que Errejón nos parece tan joven como nuestros hijos (una se preguntaba si este chico habría hecho ya la Comunión). Si en anteriores columnas les contaba que a jóvenes y mayores Podemos "les llega", a la segunda (y esplendorosa, todo hay que decirlo) edad nos causa un cierto desasosiego escuchar "OTAN no, bases fuera" otra vez. Ciertas frases nos retrotraen a la época de las hombreras, de cuando éramos jóvenes e ingenuos, de cuando los hijos éramos nosotros y nuestros padres estaban en plenitud, y el mundo esperaba a que nos lo comiéramos. Qué pereza. Estamos en una época vital rara, les digo, una edad en la que ya sabes mucho, pero esperas mucho todavía. Ahora bien, si ya sabemos que lo que hay ahora no nos gusta (y en eso hay unanimidad), ¿por qué nos preocupa tanto lo que parece que está por venir? A lo mejor, los ideólogos de Podemos podrían hacerse la misma pregunta. Sólo por tranquilizarnos un poco, digo yo. Periodista