Uno de los misterios más recientes de la política española es, sigue siendo, Podemos.

A una legislatura ya de su fulgurante aparición sigue estando ahí, en un lugar destacado, pero de distinta forma.

Ya no es, da la impresión, aquel partido tan indignado y radical que venía a cambiarlo todo, a denunciarlo todo. Tampoco es ya tan enemigo de la casta de políticos profesionales o de la vieja guardia del Partido Socialista.

De hecho, en lo que más ha cambiado Podemos ha sido, precisamente, en su relación con el PSOE.

De condenarlo, zaherirlo, insultarlo, ha pasado a una cierta concordia, con pactos más o menos estables en Madrid y en comunidades como Aragón. Tan fluida y fraterna está siendo esa relación institucional, derivada de la buena sintonía entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, que ya ni siquiera parecen competir por el voto.

Dándose la curiosa circunstancia de que la cúpula de Podemos no parezca particularmente preocupada por el hecho de que, según la mayoría de las encuestas, el PSOE se esté recuperando a ojos vistas, en parte a costa de captar o recobrar apoyos circunstanciales o prestados a Podemos.

¿A qué se debe esta nueva actitud, a un cambio ideológico o a un supuesto táctico? ¿Son ahora, en ausencia de Pablo Iglesias, Irene Montero y Pablo Echenique más propensos a pactar leyes o decretos con el PSOE, a hablar con los socialistas del futuro poselectoral? ¿Por qué, si todo hace indicar que por ese camino pierden votos y refuerzan la posición de su gran rival en la hegemonía del espectro de izquierdas?

Preguntas que ni Pablo Iglesias ni Irene Montero, más atentos, quizá, a su familia numerosa y a sus numerosas familias, han contestado hasta hoy. Fuera de sus muros, de sus células, el proteico partido que han creado crece y decrece como una medusa, se disgrega, atomiza en tentáculos independientes y devora siglas y nombres como un monstruo invertebrado en los procelosos océanos del poder.

Cuatro años después, Podemos sigue siendo un misterio, pero tampoco parece en condiciones de conquistar La Moncloa.