Empezando el quinto mes desde que los poderes públicos españoles se pusieran a trabajar a ritmo frenético para luchar contra la pandemia provocada por el coronavirus, y en medio de unos rebrotes que amenazan una segunda ola de la crisis sanitaria, uno de los debates en la mente de muchos es si es más práctico que la estrategia la dirijan las comunidades autónomas (e incluso, con menos espacio los ayuntamientos), como ahora, o lo haga un mando único al frente del cual estaría el Ministerio de Sanidad. En estos meses estamos teniendo de todo, pero nadie habla de qué es más efectivo. (Y, eso si, de fondo la Organización Mundial de la Salud que unos días dijo que no hacía falta usar mascarillas, luego que si, y ahora que hasta el aire en lugares cerrados puede transmitir el virus...)

En España, al principio fueron las comunidades autónomas las que empezaron a decidir que se suspendían las clases (en Aragón, horas antes de que se decretara el estado de alarma), que se cerraban los bares y algunas tiendas... Esto dio paso al control estatal que tuvo movimientos adelante y atrás, controversias porque primero se hicieron unas afirmaciones y después las contrarias... Las nueve conferencias de presidentes parecían querer unificar la gestión teniendo en cuenta que toda la sanidad pública española depende de las autonomías (aunque muchos presidentes dicen que Sánchez no aportaba mucho) y luego se puso una cogobernanza hasta que se ha llegado a la actualidad a que sean los gobiernos autonómicos los que tomen las decisiones, aunque siempre haya contacto con el poder de Madrid. Hay quienes dirán que la gestión estatal de estos meses tampoco ha estado tan mal porque la curva de contagios del virus se ha dado la vuelta totalmente y hay quienes seguirán criticando que se ha hecho una política de oídas, con cambios constantes de rumbo y con cierto descontrol, desde el número de fallecimientos y las situaciones en las residencias de ancianos hasta el desorden en la compra de material de protección, por ejemplo. Hay de todo.

Ahora que la curva de infecciones ha tocado ya suelo y parece que toma aire de nuevo para ascender (igual que está ocurriendo en otros países) se está abriendo otro camino peligroso a recorrer. De entrada, se puede estar cayendo en los mismos errores que desde muchos sectores se achacaban al principio del estado de alarma al Gobierno central. Cuestiones que se pedían al Estado ahora no se toman en los territorios. Así, Cataluña tardó mucho en tomar medidas ante unos brotes, los de Lérida, que se veían que podían crecer y que no dejan de tener la misma raíz que los de las comarcas aragonesas de la Franja, que volvieron a la fase 2 en un retroceso acertado. En Aragón, la semana pasada se afirmó que esos contagios estaban ya controlados y a los pocos días se redujo la expresión a que se estaba en «fase de control», para pasar de querer devolver la normalidad en las zonas antes de este fin de semana a anunciar que hasta mañana no se revisará. Mientras, en Cataluña, como en Baleares y en Extremadura, se decide hacer más obligatorias las mascarillas, en Aragón se anuncia que quizás y ayuntamientos como el de Sallent de Gállego, en Huesca, deciden hacerlo obligatorio por los turistas. En Alacón, en Teruel, los 200 vecinos se autoconfinan en las casas por miedo (hay una considerable población en edad vulnerable) a que el brote aparecido se extienda y en Sádaba, en Zaragoza, hacen casi lo propio. A la vez, se registran unos feos números de casos en la capital aragonesa que, además no están centralizados, sino que son aislados, lo que hace todavía más complicado el rastreo correspondiente. Una situación, pues, que preocupa, y con razón.

¿Sería bueno que Cataluña y Aragón tomaran medidas similares porque el virus no entiende de fronteras y menos en tan pocos kilómetros? ¿Acaso no es el mismo brote? Es verdad que los gobiernos de ambas comunidades, con sus diferencias, mantienen --dicen-- un contacto fluido en materia sanitaria, pero quizás hace falta más. Muchas de las cuestiones que las comunidades, y el Gobierno de Aragón también, pedían antes al mando único, quizás ahora no se están tomando porque no conviene o por lo que sea. El mando único siempre ha dicho seguir criterios de las autoridades sanitarias, el Gobierno catalán, también, y el aragonés, por supuesto. Aunque a veces sean dispares...

Da la impresión que salvo que los rebrotes a nivel nacional sean fuertes, la lucha contra el virus seguirá en manos autonómicas, lo cual no quita para que existan unas medidas complementarias iguales para todos que puedan unificar actuaciones. Es verdad que los territorios son distintos, pero los brotes son los mismos y el virus parece que actúa igual. Y se extiende en fiestas familiares, en reuniones de amigos, en encuentros varios, por lo que hay que volver a apelar a la responsabilidad de todos. Es cierto que muchos ciudadanos cumplen a rajatabla las medidas sanitarias, pero hay que pedir ser más cuidadosos aún. Muchas de las escenas que se ven en terrazas o por la noche en zonas de ocio deben ser corregidas por el bien de todos. Y los poderes públicos deben unificar criterios y actuar en consonancia. Aquí sí vale la sobreactuación.