Desde hace tiempo tengo un sentimiento que me deprime. Muchos científicos sociales, como sociólogos, historiadores, filósofos, escritores, economistas, polítólogos entre otros, se dedican exclusivamente a justificar la crisis actual con el subsiguiente y de momento irreversible sufrimiento, por lo que son recompensados con todo tipo de prebendas. Un ejemplo de este mendaz comportamiento es el gremio de los economistas.

Otros científicos sociales demuestran sensibilidad ante tanto sufrimiento, mas se dedican casi exclusivamente a diagnosticar la situación actual. Ya vale de diagnóstico. Todos conocemos cómo hemos llegado hasta aquí, sus responsables y sus dramáticas secuelas.

La tarea imprescindible hoy desde el ámbito de las C.C.S.S. debe ser terapéutica para curar esta enfermedad. De no conseguirlo será un estrepitoso fracaso. No en vano, su objetivo fundamental es o debería ser el de trabajar para conseguir un mundo más justo y solidario, en definitiva, más humano. Como Keynes, el cual creyó siempre en las ideas, convencido de que se paga un alto precio por las falsas y que las adecuadas son las que ayudan a resolver los dos problemas acuciantes de su tiempo (y del nuestro), la pobreza y el paro.La calidad de una teoría de una ciencia, como es la economía, se plasma en la capacidad que tenga de dar alguna luz a los temas que importan de verdad, que inciden en el margen de libertad y nivel de vida que disfrutemos.

De no producirse un cambio radical en nuestro sistema político el voto ciudadano es inservible, ya que no es una auténtica democracia por la subordinación de la política al gran capital. Sin embargo, tenemos un arma muy poderosa en nuestras manos: somos consumidores.

Se está produciendo un movimiento a nivel empresarial, iniciado y liderado por pequeñas y medianas empresas de los Estados Unidos y seguido en otros países como Chile o Canadá, basado en un modelo de empresas de triple balance o triple criterio, los tres igual de importantes: la obtención de beneficios, el respeto a las personas (proveedores, trabajadores y consumidores) y al medio ambiente.

Hoy en las empresas, sobre todo en las multinacionales, sólo cuenta el beneficio para los accionistas, aunque ello suponga maltratar: a los proveedores imponiéndoles unas condiciones draconianas a los suministros; a los trabajadores con reducciones salariales, despidos, deslocalizaciones; a los consumidores con los precios, la desatención por la escasez de personal y la obligatoriedad del autoservicio; a la sociedad en su conjunto con la evasión fiscal; y el destrozo brutal del medio ambiente, aspecto este en el que sobresalen las empresas de los combustible fósiles.

Este nuevo movimiento empresarial por un capitalismo con criterios éticos es todo un reto. En algunos estados norteamericanos ya se está legislando para crear una nueva situación jurídica para estas nuevas empresas llamadas "sociedades benéficas", las cuales deben afirmar en su acta constitutiva, en la original o modificada, que su finalidad general es tener un impacto para la sociedad y el medio ambiente, y que su junta directiva tendrá en cuenta en sus decisiones los intereses de múltiples partes interesadas, además de los beneficios financieros de sus accionistas. Por ley deberá considerar como partes interesadas a los propios trabajadores de la empresa y a los de sus proveedores, a sus clientes, a la comunidad local y a la sociedad en general, así como el medio ambiente local y global. Se les exige también informes anuales y públicos de su impacto social y ambiental global, evaluado por terceros de una forma transparente e independiente. Los partidarios de estas nuevas sociedades señalan que si se incorpora al ADN de la compañía la exigencia de estos balances de triple criterio, esto libera a las empresas del riesgo de una posible demanda por parte de los accionistas, si sus decisiones no maximizan y priorizan el valor accionarial porque eso perjudicaría a las otras partes, como la de los trabajadores.

La conclusión de lo expuesto es clara. En nuestras manos como consumidores está la posibilidad de que este movimiento vaya a más. Diferentes organizaciones surgidas de la sociedad civil, como asociaciones de consumidores, de jubilados, de jóvenes o de barrios podrían exigir anualmente a las empresas informes del grado de cumplimiento de los tres balances para su posterior divulgación y conocimiento por la ciudadanía. Y en función de ellos llevaríamos a la práctica nuestro consumo. No obstante, hasta que la sociedad organizada ponga en marcha estas exigencias, individualmente hoy podemos ser consumidores responsables, ya que conocemos las actuaciones de muchas grandes empresas. Y no vale aquello de que uno solo no puede hacer nada. Acabo con un relato: "El bosque está en llamas. Los animales huyen despavoridos, los grandes animales: ciervos, leones, búfalos, osos, elefantes. Pero un colibrí desciende a un arroyo, toma una gota de agua en el buche, vuela contra el muro de llamas y la deja caer allí. Los demás animales le reprochan su temeridad y le dicen que, además, una gota de agua contra tan grande incendio no servirá de nada. El colibrí les responde: "yo ya he hecho mi parte, y voy a seguir haciéndola". Profesor de instituto