No hay como tener el poder para adquirir una suerte aura que lo reviste a uno de un no sé qué. Un presidente adquiere siempre, tras tomar el cargo, el papel de presidente. Y es muy difícil derrotar a un presidente, tumbar al poder. A no ser que el poder se convierta en carga, en culpa, como le pasó a Zapatero. Uno oye hablar ahora a Pedro Sánchez y parece que lo está haciendo otra persona diferente a aquel hombre lloroso y derrotado que dejó el Congreso, tras ser expulsado por su partido. La encuesta del CIS le dice al oído al PSOE que no hay como gobernar, como mandar, para que las cosas te vayan bien; que una vez estás en lo alto hacerte bajar es muy complicado. Javier Lambán tampoco parecía un gran candidato a la DGA, sin una gran imagen y con un discurso a menudo farragoso. Pero pese a no obtener un buen resultado electoral, llegó al Pignatelli. Allí ha consolidado su imagen de presidente, que antes no tenía. Allí, en la institución, se ha hecho presidente, se ha hecho fuerte. No antes. Y resulta que en las elecciones autonómicas, Pedro Sánchez y la marca reforzada del PSOE pueden ser el mejor aliado para que Lambán repita como presidente. Siempre que Sánchez no se estrelle en asuntos fundamentales como Cataluña. Lambán y Sánchez, enfrentados durante meses, enemigos declarados, ahora se necesitan. Seguramente más Lambán a Sánchez que al revés. Pese a los aspavientos y los discursos incendiarios, el PP de Beamonte y el masterizado Casado está ahora más lejos de gobernar tanto en Aragón como en España.

*Periodista. @mvalless