Me pegué todo un curso escribiendo poemas que pusieran contexto a muchos trabajos de Historia. Los escribía yo, pero decía que eran de Gabriela Mistral o de Gil de Biedma, entre otros. La profesora me decía que estaba muy bien apoyarme en la literatura para explicar lo que somos. Supongo que la tosquedad de lo que yo podía ser capaz de escribir daba demasiadas pistas acerca de la autoría de esos poemas. Imagino que ella era consciente de que Lorca no me había cedido esas torpes palabras. Pero era lo de menos. Lo de más para ella, quiero creer, era que me preocupaba de leer e intentaba coser mis propios textos que sirvieran para conducir el relato de lo estudiado. Me acuerdo de esto porque hace unos días saltó la noticia de que el Gobierno quería eliminar la Literatura Universal del Bachillerato. Ya era una asignatura con poco público, no optaban a ella los alumnos de Ciencias, y ahora tampoco podrán acceder los de Humanidades. Dejar el Bachillerato sin literatura es abrir una grieta para construir edificios sin paredes maestras. Se caerán. Nos caeremos. La literatura no sirve para nada, sólo nos explica. Nos ayuda a entender el mundo, nos cuenta, nos da respuestas y nos provoca nuevas preguntas. Y eso es nada. No es un conocimiento productivo. No levanta edificios, no hace carreteras ni especula con inversiones. No innova, ni puede presentar cada año un nuevo producto con más resolución de pantalla y millones de píxeles. Es un pesado baúl de recuerdos en una vida que avanza muy rápido y en la que no se pueden llevar las mochilas tan cargadas. Se nos resiente la espalda. Quizá por eso se quiere dejar también el cerebro hueco. Que no nos pese. Lo próximo será meter clases de cómo montar muebles de Ikea o enseñar a cocinar cupcakes. Eso sí que sirve para algo. No hace falta la música, ni la filosofía, ni tampoco la literatura. Los profesores dejan de ser maestros para convertirse en entrenadores. Entretenerse con el Siglo de Oro es una estupidez cuando puedes aprender a ser una influencer. ¿Qué trabajo puedes conseguir gracias a Cervantes? ¿Cuánto puntúan en el currículum los versos de Machado? ¿Acaso es el Boom latinoamericano una escuela de negocios? Queremos tener un sistema educativo en el que entren estudiantes y salgan mecánicos de una cadena de montaje. Y con el espíritu crítico hacemos cuentas. Me llevo tres. Tú le echas mucha literatura a todo, me decía mi madre, como si fuera sal. Sin ella la vida no sabe a nada. La literatura nunca me ha dado dinero, pero toda mi pobreza es rica. En tiempos de odas a la productividad, no hay nada más revolucionario que perder el tiempo haciendo nada, sólo leyendo. No hay nada más revolucionario que la literatura. Decía Gloria Fuertes en uno de sus poemas: Nací para poeta o para muerto, / escogí lo difícil / —supervivo de todos los naufragios—, / y sigo con mis versos, / vivita y coleando.

*Comunicadora