Ocurrió el lunes por la noche algo que no podría calificar de inaudito (el adjetivo lo tengo ya muy gastado) sino de horripilante. A las diez de la noche, el canal de televisión Gol ofreció un magnífico reportaje sobre el famosos comisario Villarejo y la llamada Brigada Política del ministro Fernández Díaz, utilizada contra adversarios políticos y en particular contra los nacionalistas catalanes. Parece ser que el documental se emitió allí, entre la actualidad deportiva y las salvajes peleas de la UFC, porque los informativos de las generalistas no quisieron ni tocarlo (salvo las teles públicas de Cataluña y el País Vasco, claro). Y así supimos del señor V, su tropa y empresas, las maniobras en las brigadas especiales de la Policía Nacional, los chanchullos, los espionajes cruzados entre dirigentes del PP madrileño, el Pequeño Nicolás, la Banca Privada de Andorra, el periodismo mercenario y la familia Pujol, para acabar en aquella vergonzosa conversación grabada en el despacho oficial del titular de Interior, donde este sugería que un fiscal amigo adobase una acusación inventada.

Nada nuevo, me dirán ustedes. Sí, pero el relato transversal, con sus detalles y testimonios, me dejó estupefacto. ¿Qué le pasa a España? ¿Acaso podemos zanjar toda esta mierda que nos llueve remitiéndonos a la sombra del tardofranquismo, o es que nuestras élites están marcadas por una maldición que trasciende los regímenes políticos? ¿Cómo puede ser que el citado Fernández Díaz acabase la legislatura en el Ministerio sin dimitir ni ser destituido?

Así que hoy, cuando el presidente Rajoy llegue a la Audiencia Nacional para deponer como testigo y diga (que lo dirá) que él no sabía nada de la Gürtel, y que su partido es la víctima y no el beneficiario de esa o cualquier otra trama, cabrá acordarse de la llamada Brigada Política, del allanamiento del actual domicilio del Fiscal anticorrupción el mismo día en que tomaba posesión del cargo, de la sucia conjura contra la juez canaria que fue candidata de Podemos... y podremos reirnos o, mejor, jurar en hebreo.