Un conductor ha atropellado a un mapache en Quinto de Ebro. Los técnicos del Gobierno de Aragón temen que no estuviera solo y haya más ejemplares campando a sus anchas.

En origen, los mapaches llegan a España en calidad de mascotas domésticas, importadas como animales exóticos. De cachorros son pocholísimos, pero cuando crecen y el instinto les llama a depredar es preferible tener pitbulls en casa. En libertad, los mapaches adultos atacan a otras especies, a pequeños carnívoros y pájaros, y alteran el orden natural del hábitat (en este caso, la Ribera Baja del Ebro).

De la misma manera, hay políticos mapaches que, huidos o expulsados de sus partidos, están alterando la naturaleza del poder en España con su política apache.

Así, a raíz de que aquel fiero cachorro de Manuel Fraga Iribarne creciera y escapara del cercado ideológico de la derecha, los lobos de Vox corren por Iberia junto al ruano de Santiago Abascal. En las noches de pandemia se oyen también los aullidos de los coyotes podemitas, que ya han devorado a los comunistas de Alberto Garzón como a tigres de papel y amenazan ahora al águila socialista. Pedro Sánchez era un lorito del felipismo, hasta que aprendió a hablar solo y voló respondón del nido. Está por ver si planea alto, como Felipe González, o como un mirlo se expone al diente o coletazo del coyote.

Pero es en Cataluña donde las especies exógenas han encontrado óptimas condiciones de adaptación. La pitón de Torra, de asfixiante abrazo e insaciable estómago, ha aterrorizado incluso a otros reptiles en la selva indepe pero no alcanza a envenenar a los monos aulladores rojos, quedando Rufián más alto, a salvo en las ramas de las encuestas. Más cívicos y estéticos son los ciervos de Inés Arrimadas, aunque también con sus buenas astas, una por flanco, izquierda y derecha, ataque—defensa para plantar cara a las hienas de Bildu, imposibles de domesticar, pues se alimentan de la carroña del odio.

Finalmente, en el norte, los siluros vascos, Ortúzar y penetas, barren con su boca—buzón los fondos de los ríos presupuestarios. Sin su correosa piel, bien hervidos y con muchas patatas son comestibles, pero suelen provocar indigestión