Las últimas encuestas están comenzando a otorgar fuertes subidas a Vox, el partido de ultraderecha. Su líder, Santiago Abascal, figura ya en las consultas junto a los otros cuatro oficiales: Pedro Sánchez, Pablo Casado, Albert Rivera y Pablo Iglesias.

La sorpresa en las elecciones andaluzas justifica estos últimos y recientes estudios de su proyección estadística al resto del país, irrumpiendo Vox en el Congreso de los Diputados con más de un 10% de intención de voto y con una bancada virtual de treinta diputados.

¿De dónde salen todos esos sufragios, el medio millón de Andalucía y los más de dos millones del resto del país?

¿De un voto nuevo, resultado de una específica respuesta a la actual situación de inestabilidad de la política española? ¿De la resurrección de un voto antiguo, el franquista, dormido o durmiente con el cloroformo de la democracia, pero súbitamente en vela al despertar del opiáceo? ¿Del Partido Popular, al que Vox estaría desgajando, atrayendo a su seno a un buen número de votantes que consideran blanda la política del PP con Cataluña, la emigración, o el orden público, con ilegales, separatistas, violadores y asesinos? ¿Del primer voto de una juventud que, desmotivada por la corrupción de los partidos convencionales, busca en nuevas fórmulas una identificación con los ideales de un país diferente? ¿Del efecto Trump?

Siendo insuficiente una sola explicación al enigma, quizá la suma de las respuestas a todas estas y parecidas preguntas alcanzasen a explicar el fenómeno Vox. Que tiene precedentes, y bien próximos en Francia e Italia, con Le Pen y Salvini. Líderes, fuerzas de extrema derecha que han ido ganando posiciones hasta tomar el poder o situarse en disposición de ejercerlo. Siglas cuyo ascenso ha supuesto el hundimiento de los pivotes convencionales del centro derecha y la socialdemocracia. El Partido Socialista no levanta cabeza en Francia, la democracia cristiana parece desaparecida en Italia, y en Austria, Hungría o Polonia una nueva radicalidad conservadora ha tomado los gobiernos.

En cualquier caso, la tarta parlamentaria española se divide en una nueva porción, y ya son cinco.