El Congreso de los Diputados parece últimamente más una oscura e inhóspita madriguera que una cámara de las Cortes Generales. El momento elegido para presentar los próximos presupuestos, de los que depende el bienestar de la mayoría de los ciudadanos, no ha podido ser más inoportuno que el actual, con un gobierno empecinado en negar las cuentas b de su partido, mientras el juez imputa a su ex secretario general, Ángel Acebes, y que da cobijo hasta el último momento a dirigentes, como Rodrigo Rato, con tarjetas opacas a cuenta de una banca que engañaba a sus clientes con productos tóxicos y que hemos terminado rescatando con dinero público. Una coincidencia que no ha restado un ápice de arrogancia al ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, que volvió a negar los recortes con la misma rotundidad que negó antes la reducción de los salarios y que llamó consolidación fiscal al empobrecimiento de los ciudadanos, mientras se dirigía de forma despectiva a sus adversarios políticos. Eso sí, el momento estelar llegó con las risas de sus compañeros de bancada al salir el tema de la pobreza infantil, casi en paralelo al registro en Cataluña de los ordenadores del clan Pujol, con importantes inversiones bancarias, y a las cuentas y operaciones fraudulentas que siguen aflorando por la geografía española. Serán por eso. En Aragón, la cosa no está mucho mejor, porque a la vez que se cuestiona la legalidad de las cuentas del plan Impulso, aparecen nuevos casos de corrupción y malversación de dinero público que se suman a Plaza, como en la D.O. del Jamón de Teruel. Normal, que más de uno, incluido el propio Pedro Almodóvar, esté al borde de un ataque de nervios. Periodista y profesor