En una prueba más de que sin una voluntad clara dirigida en sentido contrario todo es susceptible de empeorar, durante los últimos días hemos visto cómo el cálculo y las estrategias políticas han sustituido a la razón y a la búsqueda del bien común en la toma de decisiones en España. Primero fue el presidente del gobierno quien, atendiendo las indicaciones de su consejero áulico Iván Redondo, convocó elecciones generales para el próximo 28 de abril. Lejos de intentar cumplir con su palabra de llamar a las urnas «lo antes posible» tras la moción de censura, Sánchez volvió a tirar de tacticismo, reservándose una posición de privilegio para afrontar las negociaciones que seguirán a los comicios europeos, autonómicos y municipales del 26 de mayo. Todavía con la foto de la manifestación de Colón en la retina, el líder del PSOE apostó todo a la confrontación contra el tripartito de derechas que sustenta al nuevo ejecutivo andaluz.

Sin embargo, en contra de lo que se viene repitiendo, el ventajismo político no es exclusivo del actual presidente. El lunes pasado, la comisión permanente de Ciudadanos escenificó públicamente su negativa a cualquier entendimiento con el PSOE y Sánchez -tanto monta, monta tanto- tras las elecciones. José Fernández-Albertos y otros han ido desgranando estos días las electoralistas razones que hay detrás del veto: el riesgo de fuga de votos para Cs es mucho mayor hacia la derecha -principalmente a Vox y, en menor medida, al PP- que hacia la izquierda y sus votantes convencidos prefieren claramente un acuerdo con Casado a una reedición del pacto del abrazo. Sólo el paracaidista Valls ha advertido desde Barcelona del error que supone aplicar un cordón sanitario en sentido inverso al que él propugnaba para Vox.

Así las cosas, pareciera que en lugar de dirigentes políticos votados por los electores, quienes han tomado las riendas del país son los asesores y spin doctors de las formaciones, pasando por encima de consideraciones de tipo ideológico (por no hablar ya de interés general). O sea: algo así como montar a la ciudadanía a un autobús sin conductor, dotado de un sistema automático tipo Tesla, y disponerse a atravesar en estas condiciones un puerto de montaña con la carretera nevada y parcheada de grandes placas de hielo. Sin suficientes incentivos a favor del acuerdo, la lógica de los partidos en su competición por el poder acaba traicionando los intereses de los ciudadanos, que en las mismas encuestas que sirven de referencia a sus gurús han manifestado una preferencia global por un acuerdo transversal entre constitucionalistas.

Tras la implosión del bipartidismo imperfecto y el rechazo a una Grosse Koalition, el sistema político español ha despertado a una fragmentación parlamentaria y a una debilidad gubernamental que han reducido la actividad legislativa a la mínima expresión durante la última legislatura. Pese a la evidente necesidad de afrontar retos como la modernización de la Administración, la adecuación de las reglas del mercado a las nuevas realidades tecnológicas (AirBnb, Uber y Cabify, etc.) o el desafío institucional del independentismo catalán, tanto Rajoy como Sánchez han tenido que enfrentarse a la realidad con las manos atadas de un gobierno en minoría. Con la polarización planteada por los actores en liza, este escenario puede repetirse en mayo, dejando la gobernabilidad del país en manos de un puñado de escaños, un escenario que beneficiaría claramente a Vox y a las fuerzas soberanistas.

Esta semana, el periodista y cineasta Albert Solé Bruset -hijo del padre de la Constitución Jordi Solé Tura- defendía en Lérida la necesidad de abordar una reforma federal del Estado español para salir de la crisis territorial en la que nos encontramos desde 2012. En su opinión, más allá del poco predicamento patrio por las soluciones de consenso, el principal obstáculo para el pacto es la falta de mayorías suficientes para salvar los duros requerimientos que establece la Carta Magna para su reforma en los artículos 167 y 168. Sin embargo, los protagonistas del denostado régimen del 78 no contaban con números más favorables y, aun así, lo consiguieron. Superado ya el momento de matar al padre que supuso el auge de Podemos, alguien debería empezar a pensar en tomar el relevo.

*Periodista