El presidente norteamericano, Donald Trump, acaba de apuntarse un tanto al reunirse con el dictador norcoreano Kim Jong-un para tranquilizar al mundo con la promesa de una demora nuclear. Golpe de imagen que necesitaba el mandatario tras su estéril reunión con las potencias del G-7, en la que su aislada posición de enfurruñamiento y terquedad acababa de emitir al mundo la imagen de unos Estados Unidos aislados y atrincherados tras su proteccionista política de nuevos aranceles.

La política exterior norteamericana, con el duro Mike Pompeo, está regresando a los tiempos de la guerra fría, cuando disputó con la URSS la hegemonía del tablero universal. Ahora, la Rusia de Putin, con sus alianzas orientales y en Oriente Medio, con sus espías infiltrados hasta debajo de las alfombras de la Casa Blanca, con su nuevo arsenal nuclear desafía sin complejos a Washington y al Pentágono.

Una situación de similar tensión describen James Patterson y Bill Clinton en su novela escrita a cuatro manos y titulada El presidente ha desaparecido (Planeta).

Un thriller escrito desde el corazón de la presidencia, desde el poder, con escenas e hipótesis nada alejadas de la realidad y claros guiños a los lectores de género. Clinton se estrena en las lides literarias, pero Patterson es desde hace tiempo todo un veterano maestro.

Le conocí hace unos años, cuando su serie del detective Cross había sido llevada a la pantalla por Morgan Freeman y sus best-sellers, de los que llevaba vendidos varias decenas de millones, eran invariablemente números uno en las listas. Se mostraba muy simpático, un hombre divertido, cordial, y le pregunté por el secreto, la fórmula de su éxito. Misteriosamente me repuso: «Más sencillo». «¿Qué quieres decir con eso, James?», le pregunté a mi vez. «Te lo explicaré. Imagina una escena con varias personas en una habitación, narcotraficantes, pongamos, que hablan entre ellos a la vez, y yo te propongo: hazlo más sencillo. Que en vez de cuatro, estén dos, que en vez de dos asesinos, entre uno, y que ese uno los mate rápidamente. De ese modo, la escena quedará redonda».

Yo no se si Trump ha aplicado este principio a su entrevista con Kim Jong-un, pero sí que con el actual presidente norteamericano las cosas son tan sencillas como preguntarle qué desea. Porque eso, su voluntad o capricho, será, sencillamente, lo que su gobierno haga.