Cuando se realizan propuestas de políticas de empleo, el voluntarismo y los lugares comunes son actitudes bastante frecuentes entre los gestores públicos, los agentes económicos y los académicos, en general, y no digamos ya de los "descubridores" de los problemas de los distintos colectivos, jóvenes, mayores de 45 años o desempleados de larga duración.

El voluntarismo se observa en la realización de propuestas de escasos o nulos resultados o de difícil concreción práctica. Entre las primeras podemos pensar en la relación de bonificaciones a la contratación de determinados colectivos o por la transformación de contratos atípicos en indefinidos. Ninguna empresa va a contratar a un trabajador o transformar su contrato por el incentivo económico correspondiente sino hay una carga efectiva de trabajo. Esto es lo determinante, la cantidad de trabajo que la empresa necesita y la continuidad en la actividad para la que se requiere personal. Por esta razón, este tipo de estímulos son poco eficaces en la creación de empleo. Al final representa un "regalo" adicional a aquellas empresas que por necesidades de la actividad productiva iban a contratar.

Una propuesta de difícil concreción práctica es aquella relativa a la flexibilidad horaria cuando es de carácter individual y no resultado de pactos entre empresa y trabajadores al estilo alemán. Y otra, de la que se habla mucho pero realmente es poco efectiva es la del estímulo y apoyo a los emprendedores.

En cuanto a los lugares comunes de las políticas de empleo están el tema de la formación y el de las agencias de intermediación (los antiguos Inem). Casi todas las propuestas de políticas de empleo hablan de la formación. Sin embargo, el desempleo en España no es consecuencia de un problema de poca formación de sus trabajadores. De hecho, los más formados son los que protagonizan la emigración española actual. Por supuesto, la formación nunca sobrará pero insistir en ello, además de culpabilizar al parado sirve para eludir las propuestas más efectivas contra el desempleo. No es un asunto de si se ha gastado bien o mal en formación, si no de que tenemos personassuficientemente formadas pero no hay empleos que ofrecerles. Acudir a hacer cursos por hacerlos, no es un gasto eficiente, no es efectivo para el problema del paro y puede resultar muy frustrante para las mismas personas que tienen que hacer esos cursos. Además, la motivación para aprender no es igual si no se ve la forma de aplicar esos conocimientos.

RECONOCIDAS estas ineficiencias, la solución es la formación dual, estilo alemán, se dice. Se idealiza el sistema alemán y se olvida que ya existen muchas formas de formación dual en nuestro país con la cobertura de las prácticas de la enseñanza reglada o los propios contratos en prácticas. Está claro que todo es mejorable y puede ayudar pero no se pueden ofrecer los programas formativos, la formación en general, como una vía sólida contra el desempleo.Junto a esto debería hacer un seguimiento sobre la efectividad real de las actuales políticas activas de empleo.

Algo parecido ocurre con la intermediación. Es un error pensar que la intermediación no es eficaz, que hay vacantes que no se pueden cubrir por falta de información o por la burocracia ¿Dónde están las vacantes? La tutorización del desempleado, o el asesoramiento personalizado suelen ser propuestas ante esa supuesta ineficacia de la intermediación. En el caso español resulta imposible con semejante tasa de desempleo. No se puede buscar tutores para todos los desempleados, a no ser que la mitad de los desempleados se conviertan en tutores de la otra mitad. ¿Para qué sirven pues estas propuestas? Para ocultar la inacción real y no demandar políticas efectivas. Desde la oferta, se debe estimular las capacidades técnicas de empresas y trabajadores (que no es lo mismo que dar cursos de formación). Las políticas de I+D+i deben desempeñar un papel fundamental, ayudadas también por las políticas fiscales para su fomento. Desde el lado de la demanda, se necesitan unas políticas fiscales y de reformas completamente distintas a las actuales que fomenten la actividad productiva, y en particular la industria, y el control de aquellos sectores productivos que eluden la libre competencia y reducen la competitividad de nuestra economía, como por ejemplo las telecomunicaciones o la energía. La reciente actuación del Banco Central Europeo con una política monetaria expansiva podría activar el crédito y con ello el empleo, pero, en el caso español, el elevado endeudamiento de las familias suponen una restricciónimportante al consumo. A esto se une a las dudas sobre la recuperación como se anunciaba el pasado fin de semana el propio ministro de economía. Negro panorama para largo.

Lasierra y Ruesga son profesores de la Universidad de Zaragoza y de la Universidad Autónoma de Madrid, respectivamente