Ya no está claro si las encuestas son un reflejo de la opinión ciudadana o en realidad una forma de prescribir y condicionar el voto. O las dos cosas. Las hay para todos los gustos, desde la que determinan casi un empate entre PSOE, PP y Cs, con Podemos rezagado (La Sexta), hasta las que sitúan a los socialistas claramente en cabeza. Este último caso es el del CIS, el influyente barómetro oficial del que en general suelen interesar solo los datos electorales puros y duros. Sin embargo, el sondeo del Centro de Investigaciones Sociológicas siempre informa de mucho más. Por ejemplo, el último de septiembre nos dice que el 91% de los españoles se quejan del clima de crispación política, del que culpan especialmente a los partidos independentistas catalanes (27,8%) y a los populares del desbocado Casado (27,3%).

También es llamativa la opinión sobre la actividad parlamentaria en el Congreso: el 76% de los encuestados creen que se presta demasiada atención a problemas de poca importancia frente al escaso 14% que sí considera que se discute sobre lo que realmente preocupa a la gente. Sabemos que estas cifras caen casi siempre en el sumidero de la ineficacia política, pero deberían ser una seria llamada de atención.

El comportamiento electoral, como vemos en los últimos años, puede ser muy volátil, por lo que los partidos han abandonado la vía lenta, esa con la que se ganan votos elaborando un programa versosímil y apelando a la conciencia, individual y colectiva. Prefieren la rápida, esa que aglutina ocurrencias, estar siempre bajo los focos, mensajes virales vacíos de contenido y estrategias que pasan solo por tocar los resortes emocionales. Conciencia versus comunicación siempre ha sido un debate difícil y muy propio de estas épocas post, pero ahora mismo estamos un paso más allá. Se llama exceso.

Nadie mueve un dedo por revertir la situación. Las imposturas de la vanagloriada Transición siguen su camino tantos años después y hasta la justicia deja tras de sí un reguero pestilente, impensable hace solo unos años (la polémica en la que se ha sumido el Tribunal Supremo con el asunto de las hipotecas es una prueba más). De nuevo el CIS nos indica en este punto que el 69,6% de españoles creen que hay que reformar la Constitución, y de ellos el 49,3% considera conveniente una revisión importante. Otro tanto ocurre con la ley electoral. Son números, sí, fríos y e inacabables porcentajes, pero detrás de ellos están las personas. H *Periodista