He leído una entrevista a una mujer, M. del M., que se casó a los 18 años con un hombre que se convertiría en su maltratador. Tuvieron dos hijos. Él trabajaba en la construcción y prosperaba. No es solo un juego de palabras: al tiempo que avanzaba en el ámbito de la construcción, en el familiar avanzó en la destrucción. De los insultos a las agresiones físicas. Me ahorraré los detalles de la violencia ejercida. Pasó mucho tiempo maltratada y él le llegó a decir que lo que tenía que hacer era "cortarle el cuello". Hay docenas de casos de maltratadores. Cuando ejercí de abogado, defendí a una mujer que cada noche iba escaleras abajo empujada por un marido que llegaba siempre borracho a casa. Y me pregunto: ¿en estos casos es posible el olvido ? Muchas canciones hablan del olvido. Muchos tangos lamentan el olvido o juran que no olvidarán nunca. Se han escrito excelentes canciones francesas, en las que el protagonista pide "ne me quitte pas", no me dejes, no quiero que me olvides. El mecanismo de la memoria tiene algo de arbitrario, o quizá es mejor decir de misterio. Hay gente que, como se solía decir, es un pozo de ciencia, que es como decir de conocimientos adquiridos y conservados. Pero no es extraño que, con el paso de los años, las asociaciones mentales se debiliten. Hay hechos, sin embargo, difícilmente olvidables. M. del M. siempre conservará, probablemente, esa fase de su vida. Será preciso que el cerebro triunfe sobre una experiencia dolorosa tan duramente incrustada en su memoria. Pero yo creo en la capacidad instintiva del olvido. Un instinto que va limando los malos momentos de la vida. El olvido, dijo Alfred de Musset, puede llegar al corazón como el sueño a los ojos. Así se lo deseo a los que sufren. Periodista