El PP ha hecho un descubrimiento sensacional, que merece el comentario de este columnista: genera cierta antipatía en algunos sectores de la sociedad que podrían ser suyos, lo cual es puro veneno si aspira a recuperar el poder. A esta conclusión se ha llegado después de largas reflexiones. Que se reconozca es importante. Equivale a una autocrítica discreta, de cara al congreso del PP de octubre. Detrás de todos los hechos humanos hay un autor. Los organizadores del cónclave no revelan si la aversión creada es obra de una persona o del colectivo. Quizá es que la asumen todos, como en Fuenteovejuna, para que nadie se pueda ofender. Confiesan el pecado, pero no el pecador. Grande ha de ser la antipatía que se ha generado para que la hayan detectado y la reconozcan públicamente. Igual que se vuelve un calcetín del revés, ahora quieren trocarla en simpatía. Lo que ha sido repelente para muchos ha de convertirse en encantador. Para ello se quiere moderar el discurso y llenar el mensaje del PP en contenido social. Uno diría que estos contenidos no se ponen estratégicamente en los programas porque convienen. Mala cosa cuando son un adorno ideológico. Igual que se ponen se pueden quitar. Los contenidos sociales han de ser una convicción. Si no en la sangre, se han de llevar en la conciencia. Lo han dejado bien claro los dirigentes que preparan el congreso. No quieren quedar reducidos a monaguillos del cardenal Rouco en la defensa de todo lo que dice la Iglesia. Uno se pregunta cómo van a moderarse en temas como las bodas entre homosexuales y la ampliación del aborto si no quieren que el Papa les declare herejes. *Periodista