La prensa internacional ha destacado la victoria electoral de Pedro el Hermoso o del socialdemócrata Pedro Sánchez como un triunfo de una izquierda moderada últimamente de capa caída o regresión en medio mundo. Pero he aquí que el todavía joven dirigente político español ha encontrado la manera de hacer triunfar sus viejos ideales y sacar brillo a su mortecina estrella.

Y ya como un sheriff, como un Gary Cooper solitario la ha prendido en su solapa paseando a pecho descubierto por la calle electoral. Otros vaqueros que, hombro con hombro con él, hicieron frente a los cuatreros quisieran también esa estrella para sí, pero en los gobiernos, como en las películas, sólo hay un protagonista, y Pedro, como Cooper, se basta a sí mismo para mantener la paz y el orden en las ciudades sin ley.

¿Es Sánchez un héroe solitario o un político solo? Pablo Iglesias ha hecho todo lo posible por cabalgar a su lado, por desempeñarse, aunque fuera a su sombra, de ayudante de marshall, de vicepresidente, de ministro... pero el eremita que gobierna en Sánchez lleva mal las compañías. Solamente solo, si puede, gobernará.

En cambio, a Pablo Casado, las malas compañías le han jugado peor pasada.

Sin haber sido nunca un héroe, ni un solitario, también quería para sí la estrella de sheriff. Ser un crac, un Aznar, un John Wayne, e imponer su ley. Con la ayuda de Abascal había puesto coto a Andalucía y ahora tocaba depurar el rancho grande, el español, de pieles rojas rastafaris, tribus catalanas, perroflautas, y comanchería vasca. Pero en el duelo con Sánchez, Casado se quedó sin munición, sin hombres, sin caballos, para acabar refugiándose en un tapial con dos escoltas hábiles en dispararse a los pies: Javier Maroto y Teo García Egea. A lomos de cimarrones huyeron de la quema electoral, no para buscar retiro, según preveían los tabloides, sino para conjurarse de nuevo y poner precio a la cabeza de Pedro el Guapo.

Empecinados, Pablo Casado y sus hombres volverán a la carga en las elecciones de mayo, a un nuevo rodeo donde demostrar si son capaces de aguantar las coces del toro de Vox o el rejoneo de Albert Rivera.

Casado pudo ser el sheriff, pero estuvo lento y no supo desenfundar sus ideas.