Cualquier excusa es buena, ya lo estamos viendo, para intercambiarse ataques y críticas entre el PP y el PSOE. Al PP no le parecen de recibo las opiniones del secretario de estado Camacho sobre la kale borroka reaparecida en San Sebastián. Ni que Maragall pretenda convertir en nacionalidad a Cataluña. Ahora mismo, la controversia más aguda viene dada por los precios del petróleo, convertidos en una nueva causa de crítica socialista al PP que nos implicó en la guerra de Irak. El PSOE ha hecho unos pocos cálculos y estimaciones para llegar a la conclusión de que, sin esa guerra a la que nos condujo Aznar con el consentimiento tácito o expreso de su partido, los precios de los carburantes estarían diez dólares por barril por debajo de los actuales, aproximadamente. Una conclusión que indigna y crispa a los populares, alguno de los cuales llega a decir o vaticinar que, a ese paso, Aznar será conducido pronto a un tribunal para responder del asesinato de Kennedy.

Otros dirigentes del PP se limitan a hablar del chiste de este verano. Eso sí, bajan la voz y reducen la risa cuando alguien recuerda que, en los días siguientes a la invasión y ocupación de Irak, la entonces ministra Ana Palacio observó que los precios de los carburantes habían bajado un par de dólares por barril, y celebró entonces aquella circunstancia, con gran júbilo, por entender que era una primera demostración de los benéficos efectos que iban a llegar con el final del tiempo de Sadam. De manera que, a estas alturas del conflicto, se ha evocado a Palacio por razón de su deslumbrante visión de futuro.