En el primer semestre del año, la factura de la electricidad en España alcanzó un récord histórico y su cuantía se ha incrementado un 70% respecto al 2008. Los consumidores españoles pagan uno de los recibos de la luz más caros de Europa, solo por detrás de Bélgica e Irlanda y si se tiene en cuenta el poder adquisitivo es a los que más les cuesta, solo por detrás de la República Checa.

Son datos recientes de Eurostat. No es una opción gastar más o menos de esta energía en los hogares. El funcionamiento de la casa depende de los enchufes. Cocina, iluminación, calefacción u ocio están relacionados con los kilovatios que pasan por el contador. También es una materia prima en la producción empresarial.

Y si es un gasto habitual, más o menos estable, en un país con un diversificado mix energético, con ventajas respecto a muchos en hidráulica, solar o eólica, no acaba de comprenderse esa posición en el precio. Y mucho menos el aumento desatado durante una época de crisis que frenó en seco la capacidad adquisitiva de los consumidores.

¿Se imaginan un aumento de las nóminas del 70% en esta década para seguir la estela de la factura de la luz? ¿Qué dirían los empresarios? Los mismos que no hacen referencia a esa escalada pero sí proponen la reducción de cotizaciones sociales como medida estrella para frenar la despoblación.

Las ventajas que dio la reforma laboral no parecen ser aliciente significativo para instalarse en los pueblos, hay que pedir un plus, aunque se resienta la boyante hucha de las pensiones.

Mientras, la Zaragoza navideña le da al interruptor más luminoso de los últimos años para festejar que la luz está por las nubes.

*Periodista