El índice de precios al consumo (IPC) cerró el año en el 0,3%, la tasa más baja desde 1961, cuando se creó el registro estadístico. Es difícil determinar cuáles son las razones de fondo que motivan esa moderación más allá de la caída del consumo que en buena lógica de mercado impide que los precios suban. Afortunadamente, los datos permiten descartar un fenómeno deflacionario, que supone caída de precios en paralelo a la contracción de la economía. El PIB creció el 0,1% en el tercer trimestre del 2013 y, según los datos provisionales del Gobierno, en los últimos cuatro meses del año lo habría hecho en el 0,3%. Además, la evolución de los precios no es de caída continuada, lo que sería un requisito ineludible de la deflación: en diciembre el IPC fue del 0,1%, mientras que en noviembre fue del 0,2% y en octubre del -0,1%. En la medida en que el IPC refleje con fidelidad la evolución del coste de la vida, el dato facilitado ayer por el INE debe ser interpretado como una buena noticia, máxime cuando los precios han dejado de indexar la revalorización de las pensiones y cada vez pesan menos en la actualización de los salarios.