En esta campaña habría sido interesante poder preguntar al líder de Vox por las prestaciones para el desempleo, por los parados mayores de 52 años, por las becas universitarias, por la educación infantil hasta los 3 años, por el impuesto a los productos de higiene femenina, por la negociación del déficit con Bruselas, por el plan de contingencia tras el brexit, por la escalada del precio de la luz y de los alquileres en las grandes ciudades, por la conservación de nuestro patrimonio histórico...

Pero Vox, siguiendo la estela de partidos similares en otros países, decidió hace mucho tiempo que no iban a enfrentarse a preguntas incómodas que evidenciaran las lagunas de su proyecto. Han optado por priorizar como canal las redes sociales y por lanzar mensajes muy sencillos y centrados en temas viscerales. Alegaron primero que no iban a entrevistas grabadas en las cadenas de televisión porque podían ser manipuladas. Esa excusa les duró poco. El tiempo en que empezaron a recibir peticiones de entrevistas en directo. Dijeron que no a casi todas. Mostraron claramente así que habían decidido elegir a los medios y a los periodistas.

Y cuando comenzó la campaña, supimos por un mensaje de WhatsApp del propio partido enviado a un chat equivocado que estaban encantados con la decisión de la Junta Electoral Central de dejarles fuera del debate de Atresmedia. En público optaron por hacerse las víctimas. Pero aquel mensaje ya estaba en muchos medios de comunicación. Dicen que se les silencia, pero a continuación se niegan a ir a los debates organizados en la televisión pública de Andalucía.

Algunos de los periodistas que siguen su campaña, y han ejercido con espíritu crítico, han comenzado a tener dificultades de todo tipo. El viernes vimos también cómo cientos de personas que asistían a un mitin en Valencia abuchearon a una periodista de la Sexta, Ángela Vera, cuando intentaba hacer su trabajo. No era espontáneo. Días antes el vicepresidente del partido decía que si ganan las elecciones cerrarán esa cadena de televisión. Hay quien puede pensar que esto es una queja corporativista. No lo es. Que no respondan a nuestras preguntas significa que la gente no tendrá respuestas. Que amenacen a los periodistas supone poner en riesgo la libertad de prensa que es un derecho de todos, no solo del oficio.

Ya vimos que esta estrategia de convertir a los medios en el enemigo le funcionó a Trump, que incluso se mofó de la enfermedad de un reportero del New York Times porque el medio era crítico con él. Trump expulsó a Jorge Ramos de una rueda de prensa porque no le gustaron sus preguntas y porque es de origen mexicano. Esta noche sabremos cuánto nos parecemos a EEUU y a otros países.