El profesor César Bona se ha dado a conocer por ser uno de los 50 finalistas del prestigioso galardón Global Teacher Prize, el Nobel de los docentes, que se concederá en marzo en el congreso sobre educación global y competencias que se hará en Dubái. Entre más de 5.000 candidaturas de todo el mundo, su labor educativa ya ha sido reconocida como una de las más destacadas porque, teniendo en cuenta su trayectoria (ya premiada otras veces) y su labor actual en el colegio Puerta Sancho de Zaragoza, propone un modelo de excelencia único y unas prácticas innovadoras que sirven de ejemplo en la tarea de educar a niños y jóvenes con la idea de proporcionarles instrumentos válidos y un pensamiento crítico para enfrentarse a su futuro.

Como él mismo reconoce, la consideración a su trabajo no es sino la punta del iceberg de muchas otras iniciativas pedagógicas que tienen en común dos aspectos: por un lado, se dan mayoritariamente en entornos complicados o en ambientes sociales y escolares frágiles. Es decir, no estamos hablando de estructuras consolidadas --como ocurre en Finlandia o Singapur-- sino de iniciativas personales y anónimas en lo que podríamos llamar la periferia del sistema. Por otro, responden a un perfil que requiere del riesgo y la implicación vocacional que difícilmente tienen el apoyo de la Administración. En nuestro país, lamentablemente, la educación o bien se rige por prácticas burocratizadas en exceso o bien ha de estar pendiente --sus protagonistas, maestros y profesores-- de necesidades básicas no satisfechas de los alumnos o de situaciones familiares harto complicadas y agravadas por la crisis.

Aun así, hay múltiples ejemplos como el del zaragozano César Bona. Personas que no recogen sino el premio de su trabajo constante y abnegado, dispuestas a innovar y a proporcionar nuevos conocimientos, a desarrollar las capacidades y habilidades de sus alumnos, aun a pesar de las dificultades económicas y de las barreras con que se cruzan en su día a día. La educación que tiene premio es la que procura innovar para ofrecer herramientas de superación personal, la que lucha por la dignidad del individuo desde la humildad del docente que sabe que solo así se logra una sociedad más justa y equilibrada. El problema es que depende de la voluntad personal, no suficientemente valorada, cuando no torpedeada, por quien gobierna.