Se guarda como un secreto a voces, pero es manifiesto que muchos premios, oposiciones y concursos son cuestión de amigos más que de méritos. Algunos premios literarios se encargan al futuro ganador, contando con la anuencia del jurado, con antelación necesaria para que el elegido escriba su texto a tiempo. Si se trata de un reconocimiento, se evalúa a los candidatos propuestos y al fin siempre resulta designado, independientemente de sus méritos, quien goza de más apoyos, es decir, quien tiene más amigos, o en su defecto menos enemigos, en el jurado. El Gobierno y las Cortes de Aragón acaban de entregar sus premios anuales más importantes. La medalla de las Cortes se otorgó a los equipos de protección civil que intervinieron en los atentados del 11 de marzo en Madrid, olvidando lo que indican las bases de la convocatoria. Y el Premio Aragón se ha concedido a José Bello, un ciudadano casi centenario. Con lucidez extraordinaria, Bello, miembro del surrealismo que impregnó a la Generación del 27, ha declarado a EL PERIODICO que su único mérito ha sido no tener ninguno. En esta tierra hay gentes que se parten el pecho por los demás, que entregan cuanto tienen para que esta comunidad prospere y que trabajan sin descanso y sin esperar nada a cambio, pero a la DGA no se le ha ocurrido nada mejor que otorgar su mayor distinción a un ciudadano que no ha hecho otra cosa que tener amigos relevantes. Lo dicho, si alguna vez aspiran a algún premio no acumulen méritos, sino amigos influyentes.

*Profesor de Universidad y escritor