Entre quienes nos ayudaron mucho en los momentos difíciles, mucho más de lo que sabemos y de lo que podemos imaginarnos, se halla la prensa extranjera, los corresponsales y los enviados que acudieron inmediatamente al fragor de las bombas y todavía siguen, perplejos, entre nosotros. Difundieron al mundo los pormenores de la catástrofe y el heroísmo sencillo y natural de los madrileños, la gigantesca manifestación popular de duelo y repudio, y también la incalificable intención del Gobierno de Aznar de atribuir el atentado según su conveniencia electoral y contra la lógica de lo que revelaban las investigaciones. Fue la prensa extranjera y no la nuestra (salvo raras excepciones) la que durante la jornada de reflexión nos proporcionó las informaciones necesarias para poder reflexionar. Frente a la sede central del PP, donde se habían reunido pacíficamente centenares de ciudadanos en exigencia de la verdad se hallaban las cámaras de casi todas las televisiones del mundo, pero ninguna española, y fue esa presión, la presión de la mirada del mundo, la que arrancó al Gobierno la confesión tardía de que no era ETA la culpable de la matanza, sino el terrorismo islámico.

*Periodista